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Sala Arte contemporáneo (1960 -1970)

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  • Nivel 2. Salas Expositivas y vías de acceso
Sala Arte contemporáneo (1960 -1970)

Sala Arte contemporáneo (1960 -1970)

Ubicación: 
Nivel 2. Edificio Arte Cubano

Con el triunfo de la Revolución Cuba entra por la puerta grande en la historia contemporánea. La conmoción de este suceso se hace sentir en todos los estratos de la sociedad. Nadie permanece indiferente ante los acontecimientos que cambian el paisaje político, social y cultural de la nación. Mientras la abstracción se mantiene vigente en algunos hasta 1963, otros artistas inician desde 1959 un paulatino, pero indetenible, retorno a la figuración, consecuencia de un renovado interés por el hombre y sus circunstancias. El primer pintor que afirma su nombre en la plástica de la década es Ángel Acosta León, quien en junio de 1960 exhibe algunos de los temas definitivos de su pintura: cafeteras, carretillas, guaraperas, colombinas. Profundamente personal, su pintura está recorrida por un acento expresionista. Acosta León capta con una percepción singular el dolor, tanto el humano como el de los objetos. Aparece una pintura que testimonia algunos de los sucesos sobrecogedores del momento y preconiza el expresionismo como la corriente dominante de la época: el sabotaje al buque La Coubre, el ataque a Playa Girón, plasmados en obras como La nave y Palma bélica. Otro pintor que se destaca por su particular modo de acercarse a los acontecimientos épicos de la historia reciente de Cuba es Servando Cabrera Moreno, quien aborda los temas de la lucha armada en la Sierra Maestra y la imagen inédita de barbudos y milicianos con un realismo apasionado. En sintonía con la fotografía y el cine documental del momento muestra con emoción una imagen franca y lírica un tanto idealizada de la realidad. Sincera es también su incursión por el expresionismo reflejado en su obra Molote y en el despliegue posterior de su etapa erótica. En 1964 Antonia Eiriz afianza su lenguaje dentro de la nueva figuración, forma específica de expresionismo que partiendo de la morfología abstracta y subjetiva del informalismo va insertando figuras deformes en un espacio indeterminado, lo que refleja la angustia y el dramatismo intenso de esta obra confesional y conmovedora. Sus ensamblajes operan en la misma dirección y son auténticas instalaciones cargadas de emoción. Hacia el último lustro de los 60 se desarrolla el pop en Cuba. En 1966, Raúl Martínez repite imágenes de gran riqueza cromática, como si al multiplicarlas obtuvieran un necesario efecto dinamizador de la composición. La iconografía martiana abre el camino a la representación pictórica de los héroes contemporáneos de la historia; los retratos de Fidel, Camilo y el Che surgen de la conjugación del pop con las graciosas y emotivas representaciones populares aparecidas en los carteles de las movilizaciones en la Plaza de la Revolución. En otra dirección Alfredo Sosabravo ofrece también un original tratamiento del pop con sus pespuntes y collages, en los que critica males humanos con su peculiar sentido del humor. No obstante la utilización de colores planos, la clara disposición de elementos y ciertos recursos del cómic, como evidencias del estilo pop, la obra de Umberto Peña es esencialmente expresionista. Su centro de preocupación es el hombre, cuyo universo oculto explora a través de lo escatológico en piezas como Con el rayo hay que insistir y Ayyy, shass, ¡no aguanto más! También para Orfilio Urquiola el ser humano es el centro de su poética. Este escultor utiliza fundamentalmente el hormigón, la piedra, la madera y el metal e indaga en la estética de lo feo en piezas impactantes como Filomático, El lisiado y El herido. La escultura en esta etapa comparte el escenario con los ensamblajes, imperiosas apropiaciones de la realidad que influyen en su conceptualización. Con el preámbulo de novedosos materiales aplicados en yuxtaposición y de la buscada interacción entre espectador y obra iniciada por Sandu Darie en años anteriores, Osneldo García impondrá inusual morfología para su original repertorio erótico. Comentario individual merece Santiago Armada, Chago, quien muestra en 1961 a su dialéctico personaje Salomón, representación de sus indagaciones y dudas: cuestionamiento filosófico, político y ético de gran envergadura. Chago hizo humor para pensar. A través de la utilización del sexo y lo escatológico expresa sus reflexiones sobre el comportamiento humano. Nadie fue tan innovador en los 60 como este respetado teórico del humor gráfico y precursor del conceptualismo.

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