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El museo y su historia
Solapas principales
Los trabajos de remodelación encabezados por el Arquitecto José Linares Ferrera iniciados en el año 1996 y culminados en el 2001, a partir de tres edificaciones ya existentes, consideradas verdaderos monumentos habaneros, el antiguo palacio de Bellas Artes, el majestuoso edificio del otrora Centro Asturiano y el antiguo Cuartel de milicias, estuvieron guiados por el empeño de formar un único eje museístico en la ciudad, insertándose en ella como un conjunto revitalizador que representó labores sin precedentes en el país.
El Edificio de Arte Cubano antiguo Palacio de Bellas Artes ubicado en Trocadero, entre Zulueta y Monserrate, exhibe exclusivamente las colecciones de arte nacional en un discurso integrador de las diferentes manifestaciones artísticas: pintura, escultura, dibujo y grabado.
La fachada por la calle Trocadero, jerarquizada como acceso público, se encuentra precedida de una amplia escalinata, a la que se le suprimió el techo volado. El plano central se abre en un amplio pórtico acristalado que enfatiza profundas visuales hacia el patio y otros espacios interiores.
Este conjunto arquitectónico de Rita Longa y Aróstegui (1912-2000) es uno de los signos distintivos del Museo Nacional de Bellas Artes, al integrarse a su fachada principal al nivel del espectador y armonizar con el sentido moderno de sus líneas arquitectónicas.
Entre las cuatro obras colocadas en los ángulos superiores de las dos fachadas mayores del Edificio de Arte Cubano, dispuestos sobre losas de hormigón recortadas contra un fondo de mármol gris, destacan dos conjuntos escultóricos, pertenecientes a Juan José Sicre y Ernesto González Jerez.
Durante el proceso de ejecución de obras en el vestíbulo principal, se produjo el hallazgo de valiosos restos de piedra de cantería, pertenecientes al antiguo Mercado de Colón o, en su lugar, al proyecto de Govantes y Cabarrocas.
Uno de los grandes logros del Museo fue la incorporación de importantes obras de artistas cubanos contemporáneos. La integración entre las artes plásticas y la arquitectura no era un hecho común, además ello contribuyó a enfatizar la función del edificio como sede museística, por ejemplo en la parte superior del patio central, se adosó una serie de bajorrelieves con formas abstractas cromadas del escultor Ernesto Navarro, quien las talló en la propia piedra de Jaimanitas.