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Revisitando el Salón de Mayo

Medio siglo después de que se viera en La Habana el XXIII Salón de Mayo francés, en 1967, el Museo Nacional de Bellas Artes revisita el acontecimiento .
Bajo el título de La Gran Espiral. Cincuenta años del Salón de Mayo de 1967, la exposición abierta en la Sala Temporal del edificio de Arte Cubano reúne piezas de artistas cubanos y extranjeros, fotografías y materiales documentales que evocan la realización, así como el emblemático mural colectivo que se erigiera durante la histórica celebración.
«Fue uno de los eventos más trascendentes que había en Europa», rememoró la crítica, curadora e investigadora Llilian Llanes, al dejar inaugurada la propuesta el 13 de octubre.
Realizaba con la colaboración de la Cinemateca de Cuba, la Casa de Américas, y el Consejo de Estado, esta nueva muestra repercute el contexto social en que tuvo lugar el Salón.
«Para nosotros, aquel grupo de artistas fue una revelación, porque nunca habíamos visto un original de arte contemporáneo», reveló la entonces estudiante de Historia del Arte en la Universidad de La Habana.
Mientras recordó que por primera vez el influyente Salón de Mayo cruzaba el Atlántico, parafraseó al artista de la plástica Raúl Martínez, que formó parte de la nómina nacional, quien afirmaría que «después el arte cubano fue otro».
«Eran años extraordinarios, y de pronto llegó aquel grupo a mostrarnos qué estaba sucediendo en Europa», sostuvo Llilian Llanes, para subrayar que también venía una fuerza ideológica muy fuerte, acompañando las nuevas tendencias que emergían con esa generación.
«Debemos decir que no fueron los artistas participantes en la edición francesa los que vinieron a La Habana. Vino aquel grupo que entonces llamaban Les Enfants Terribles, de apenas 30 años de edad», señaló de igual modo la investigadora.
Plataforma de lanzamiento de grandes artistas, curadores y críticos, el Salón de Mayo que se mostró en el capitalino Pabellón Cuba, devino hito.
«Fue una época en que nuestra generación, y la de ellos, formábamos parte de una utopía por un mundo diferente y mejor», sentenció Llilian Llanes.
Lo confirman las Notas de la curadora, Delia M. López, al sostener que la exposición atraería a más de doscientos artistas, escritores, poetas, críticos de arte, filósofos y galeristas, simpatizantes de las transformaciones sociales que se operaban en Cuba.
Pudieron apreciar en aquel momento lo que el prominente intelectual francés Alain Jouffroy describió como «un verdadero acuerdo entre la aventura intelectual moderna y la ideología revolucionaria contemporánea», señala igualmente la especialista de Bellas Artes.

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