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Anónimo, Ánfora panatenaica
Cada cuatro años se celebraba en Atenas, en honor de Atenea, la diosa de la sabiduría, protectora de la ciudad a la que había dado su nombre, el más importante festival religioso del Atica: Las Grandes Panateneas. Un nuevo peplo recibía en esa ocasión la patrona de los atenienses conducida en impresionante procesión a través del ágora hasta la propia Acrópolis.
Como en todas las celebraciones de carácter religioso de los griegos, las competencias atléticas formaban parte del programa festivo. Los jóvenes atletas mostraban su excelencia a los dioses en diferentes disciplinas para las que se entrenaban duramente como la carrera, el salto, el lanzamiento del disco y la jabalina, la lucha. Los ganadores obtenían como recompensa un ánfora llena de aceite de oliva proveniente de los olivares sagrados de la diosa y aunque el contenido era muy apreciado, el verdadero símbolo de la victoria y la gloria del triunfo estaba en el recipiente, llamado por ese motivo Anfora Panatenaica.
Atenea, lanza en ristre, escudo en mano, y casco de alta cimera se yergue poderosa entre dos columnas dorias como las de su templo en el anverso de esta ánfora panatenaica, vestida con largo peplo y protegida por la égida regalo de su padre Zeus. En el reverso un grupo de hoplitas -soldados de infantería- participa en una difícil carrera armados con toda su impedimenta, compuesta por escudo, casco y grebas protectoras. Obtenida por un hoplita griego, ganador de este tipo de carrera en las postrimerías del siglo VI a.n.e., no es sólo una muestra de la pericia los alfareros áticos, sino que también deviene en un bello emblema de la religiosidad griega.
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