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Anónimo, Cabeza de una estatua de Amón., 1190
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Esta hermosa cabeza del dios Amón muestra su resplandeciente faz después del resurgimiento de su culto posterior a la revolución monoteísta de Akhenaton la cual eclipsó por una breve temporada de tiempo su esplendor. La vida religiosa y social del país intenta volver a sus pasadas normas. Las representaciones vuelven a ser solemnes lejos del arte impresionista y naturalista de los talleres de Tell El-Amarna, el centro del poder se traslada a la vieja capital Menfita pero en el arte de sus talleres queda aún la influencia del arte proscrito que se traduce en el tratamiento suave de los contornos, en la sensualidad que sugieren los ropajes transparentes y de tenues caídas, y en el tratamiento minucioso en las pelucas y tocados de relieves y esculturas.
La cabeza de Amón de indudable filiación Ramesida es de gran perfección en su confección, el rostro sereno del dios nos mira con suaves ojos almendrados colocados de manera horizontal, nariz pequeña y bien formada, boca de labios finos y expresión sonriente y orejas cuidadosamente trabajadas. La textura de la piel del rostro y el cuello es lisa y de suaves contornos, el tocado en forma de casco cilíndrico rematado por dos plumas de halcón (mutiladas), es de superficie rugosa y conserva aún restos de la pintura dorada que la recubría. La expresión que emana el dios traduce la confianza en su definitiva entronización.
La parte inferior de esta escultura se encuentra en el museo del Louvre.
Colección Condes de Lagunillas
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