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1964 - 1984. Bellas artes y Patrimonio Cultural
En 1964 cristalizó uno de los proyectos decisivos del Museo: las Galerías de arte cubano. Con ellas se ofrece el primer panorama histórico-crítico de las artes plásticas cubanas desde una perspectiva museológica, condensando tesauros largamente reunidos por diversas vías, que permitieron una reflexión más completa de varios siglos de arte en la Colonia, de la pintura académica, así como de varias generaciones de maestros modernos y contemporáneos.
Conformado ya con sus Salas de la Antigüedad (Colección Lagunillas), las Salas Europeas y la Galería Cubana, el Museo se sumerge en la vida cultural del país. Un importante conjunto de exposiciones transitorias comienza a organizarse a partir de entonces. Se destacan, particularmente, las retrospectivas de Amelia Peláez, Portocarrero, Víctor Manuel, Carlos Enríquez, Mariano y Pogolotti durante los años 60 y principios de los 70, las que contribuyeron a establecer la valoración crítica sobre la obra de estos autores, colocándolos a la altura que merecían sus trayectorias, no totalmente conocidas por entonces. Ya en los años 80, las retrospectivas de Umberto Peña, Raúl Martínez, Servando Cabrera Moreno y Alfredo Sosabravo, continuaron este camino de estudio y reflexión museológica en los maestros modernos. También es preciso mencionar varios espacios expositivos que instrumentaron, vistos hoy en retrospectiva, una verdadera tradición plástica: El artista del mes y El pequeño salón, comprometidos mayormente con el arte del día y donde exhibieron artistas como Antonia Eiriz, Raúl Martínez, Acosta León, entre otros grandes creadores.
Otro eje esencial del trabajo museológico ha sido su labor educativa. Con un amplio plan de actividades para adultos y niños, el Museo puso a disposición de todos, la cultura que detentaban sus colecciones. Entre ellas merece citarse la novedosa Sala Didáctica, creada en 1966, y que permitía a los visitantes del Museo acercarse al lenguaje particular de las artes plásticas, como paso previo para dialogar con sus salas permanentes.
No hubo prácticamente suceso relevante en la plástica que no tuviera acogida en el Museo: el Salón de Mayo de 1968, el ya mítico Salón 70, los Salones de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, los Salones de Paisaje y de Premiados, y las tres primeras ediciones de la Bienal de La Habana, para citar solo algunos. La cultura universal, por su parte, tuvo una gran acogida en nuestra institución. Piénsese, por ejemplo, en muestras colosales como Retrato de México, El Arte de los Tracios en la tierra búlgara, Tesoros del Perú arqueológico, Tapices franceses, entre muchas otras. Más recientemente, las muestras personales de Rauschenberg, Orozco, Miró, Picasso, Equipo Crónica y otras tantas, han prolongado una tradición que se abrió siempre a múltiples intereses culturales.
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