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Colección de arte contemporáneo internacional en el Museo Nacional de Bellas Artes: Henri Matisse

Título: 
Colección de arte contemporáneo internacional en el Museo Nacional de Bellas Artes: Henri Matisse
Fecha: 
2021

AUTOR: MATISSE, HENRY
TÍTULO: DESNUDO FEMENINO
TÉCNICA: LITOGRAFIA
SOPORTE: PAPEL
MEDIDAS L X A: 327.00 X 500.00 MM

Henri Émile Benoît Matisse nació en Le Cateau-Cambrésis, el 31 de diciembre de 1869. Fue un pintor francés, reconocido ampliamente como dibujante, grabador, escultor, pero principalmente como pintor. Junto con Pablo Picasso, es considerado como uno de los grandes artistas del siglo XX. Al inicio de su carrera, se le identificó con el fauvismo y para los años 1920 ya se había destacado por su maestría en el lenguaje expresivo del color y del dibujo, la cual desplegó en una inmensa producción que se extendió por más de medio siglo y que consagró su reputación como una de las figuras principales del arte moderno. Durante su trayectoria, supo combinar en sus obras la influencia de artistas como Van Gogh o Gauguin, con las telas moriscas, las cerámicas persas y el arte africano. Es más conocido como Henri Matisse.
Nació en una pequeña localidad al norte de Francia, en el seno de una familia dedicada al comercio. En 1887, se trasladó a París para estudiar leyes, al tiempo que trabaja como administrativo en la corte de su ciudad natal. Comenzó a pintar en 1889, cuando convaleciente de una apendicitis, su madre le llevó pinturas y pinceles. A partir de entonces decidió convertirse en artista de la plástica. En París asistió a cursos en la Academia Julián y en 1892 ingresó en la Escuela de Bellas Artes, donde recibió clases en el taller del pintor simbolista Gustave Moreau; además de relacionarse también con el artista Dufy, discípulo de Pierre Bonnard. Al comienzo de su trayectoria artística, practicó el dibujo del natural en un estilo más bien tradicional, como se aprecia en El tejedor bretón, y realizó copias en el Louvre. Más adelante pasó a pintar paisajes de Córcega y de la Costa Azul, dejándose llevar por los aires impresionistas de la época, y practicó esporádicamente el divisionismo. Como estudiante de arte, su pintor más admirado fue Chardin, realizó copias de las cuatro piezas del Louvre. 
En 1896 expuso cuatro lienzos en la Sociedad Nacional de Bellas Artes con gran éxito. Muchas de las pinturas entre 1898 y 1901 se inclinan al divisionismo, técnica que adopta después de leer un escrito de Paul Signac. Con el comienzo del siglo, lideró, junto con André Derain, un grupo conocido como fauvismo, un movimiento efímero que celebró tres exposiciones. 
Su primera muestra individual la realizó en la galería Ambroise Vollard en 1904, año en el que pinta su trabajo divisionista más importante, Lujo, Calma y Voluptuosidad, con poco éxito. El uso del color se había hecho más pronunciado, por influencias de Signac y Henri Edmond Cross. En 1905, los artistas del fauvismo expusieron en el Salón de Otoño. Mostró Ventana abierta, Collioure y Mujer con sombrero. La exhibición, en general, y el material de Matisse, en particular, fueron objeto de una crítica muy agresiva y un escándalo para la época. 
En algunas de sus figuras pintadas hacia fin de siglo está presente la influencia de Cézanne, pero a partir de 1907 su estilo se hizo más definido y pintó a la manera fauve: supresión de detalles y tendencia a la simplificación, con lo que creó cuadros impregnados de paz y armonía, como El marinero de la gorra. Mediante zonas de color diferenciadas, tradujo la forma de los objetos y el espacio existente entre ellos, además de lograr un ritmo característico en sus cuadros, como en Las alfombras rojas. Su uso del color fue de una gran sensualidad, aunque siempre muy controlada por una organización estructural. Otro de sus rasgos particulares es la sensación de bidimensionalidad de cuadros como La habitación roja o Armonía en rojo y Naturaleza muerta con berenjenas, en los que la ilusión de profundidad queda anulada mediante el uso de la misma intensidad cromática en elementos que aparecen en primer o en último plano. 
En 1910 viajó a España. En Madrid visitó el Museo del Prado y su estancia en Granada y Sevilla contribuyó a acercarle a la estética oriental. En 1912 y 1913 viajó a Marruecos, donde la luz le inspiró cuadros sobre paisajes mediterráneos de gran colorido, como Los marroquíes. Actualmente, la habitación que ocupó Matisse en estos viajes en el Hotel Villa de France, de Tánger, puede ser visitada y rentada. A pesar de tratarse de un periodo de tan solo un año en el que el artista realiza dos viajes a Marruecos, esta etapa es considerada como fundamental en el desarrollo de su creación, tanto por la producción resultante, así como por la influencia continua que significó en su obra. Su importancia es tal que ha sido motivo de estudios y exposiciones como la titulada Matisse en Marruecos: Pinturas y Dibujos 1912-1913, exhibida entre junio y septiembre de1990 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), siendo resultado de coordinaciones y curadurías entre esta institución, la Galería Nacional de Arte de Washington, D.C., el Museo Pushkin de Moscú y el Museo Hermitage de San Petersburgo.
A diferencia de la variedad que es posible encontrar en la obra de algunos de sus contemporáneos como Picasso, la búsqueda de Matisse se centró en el equilibrio entre color y forma. En 1908, en su escrito Notas de un pintor, subraya su interés en el color al decir que hay que proteger su intensidad a través del orden. Años más tarde, habló de una belleza propia de los colores, la cual se debe preservar. Como todos los artistas que se identifican con este movimiento, buscó liberar al color de la referencia a los objetos, logrando así su máxima expresividad. Su obra durante este breve periodo (1905-1907) se caracteriza por enfrentar tonos puros para resaltar los planos. Al igual que el resto de los miembros del fauvismo, el paisaje y el retrato son los géneros más abordados, como puede verse en sus obras Vista de Collioure (1905), Mujer con sombrero (1905) o La gitana (1906). 
El país y las condiciones privilegiadas en las que trabajó contrastan con las que había acostumbrado hasta el momento el artista, lo que resulta en alrededor de 20 cuadros, además de diversos bosquejos y dibujos. A pesar de que sus otros viajes al extranjero le permiten apreciar espacios y tipos de luz diferentes que enriquecen su práctica en general, las estancias en Marruecos son importantes por la cantidad y ambición de la obra que produce. El primero de estos viajes sucede de enero a febrero de 1912, el segundo de octubre de 1912 a febrero de 1913. Durante el primero, permanece confinado en su cuarto del hotel Villa de France, en Tánger, debido a una intensa lluvia que dura un mes. El resultado de este primer periodo marroquí merece atención por ser una condensación de las sensaciones de un creador extraordinario, cuya búsqueda estética es resultado de un descubrimiento personal. 
Previo a Marruecos, Matisse ya había viajado a Argelia en 1906, durante una etapa de transición de su obra. Gracias a este viaje y su investigación de otras tradiciones artísticas como la egipcia, la griega, la asiática, la precolombina y la africana, desde 1907, Apollinaire subrayaba la combinación de todas estas junto con las evidentes raíces europeas en su trabajo. Sin embargo, hasta antes de su estancia en Marruecos, su interés en el arte primitivo se centraba en su espíritu y no en su estilo. 
Como se puede suponer, las obras producidas en Marruecos muestran escenas y elementos de este país del Magreb como La palma (1912) –cuyo título original era Mañana de marzo en Tánger–, Zorah en amarillo (1912), La marroquí (1912-1913) o Puerta de la alcazaba (1912-1913). No obstante, pintó también un par de cuadros que capturan imágenes posibles en cualquier otro lugar, como las dos naturalezas muertas Cesta de naranjas (1912) y El florero de iris (1912), primera obra hecha durante su primer viaje. La disposición de este cuadro, con sus flores delante de un espejo, hecho probablemente cuando la lluvia confinó al artista a su habitación de hotel, anuncia obras similares de naturalezas muertas frente a espejos como las que haría más tarde en Niza. 
Un acierto de Matisse en los cuadros que realizó de escenas exteriores de Marruecos es la forma en que recrea la luz a partir de capas de veladura de pigmentos finos, transparentes y translúcidos. Uno de los mejores ejemplos de lo anterior puede ser observado en Sobre la terraza (1912-1913). En esta obra Zorah, la modelo favorita del artista en ese viaje, está sentada sobre la terraza del burdel donde trabajaba. La luz entra por la derecha y la línea del cielo en el borde superior contrasta con las zonas de luz y sombra del interior, el cual es de una gran variedad de tonalidades de azul que rodean a la modelo, sonriente y totalmente vestida, con un velo que le cubre el cabello. Luego de las dos estancias marroquíes, la experiencia acompaña al artista y a su obra de una u otra forma por el resto de su vida. Por ejemplo, es posible ver una presencia de Marruecos en la Zulma, collage de 1950, que hace pensar en su modelo Zorah. 
Hacia 1916 se inició un período en el que se percibe la influencia del movimiento cubista, de creciente importancia, que se traduce en un concepto más geométrico de las formas y una simplificación aún mayor, como en El pintor y su modelo. Hacia 1917 se instaló en Niza, conoció a Renoir y su estilo se hizo más sutil. Produjo en este periodo algunas de sus obras más célebres, como Ventana en Niza y la serie Las odaliscas, donde queda claramente plasmado su gusto por la ornamentación y el uso de arabescos. En los años siguientes viajó por Europa y Tahití, donde concibió la obra en gran formato La danza. 
Durante los primeros años de su vida en Niza, la influencia marroquí es quizá mucho más clara y explícita a través de odaliscas y sus vestidos exóticos delante de decorados evidentemente marroquíes. Ejemplos de lo anterior lo tenemos en los cuadros Almuerzo oriental (1917) y Odalisca y taburete (1928). Matisse pasó los últimos años de su vida produciendo desde una silla. En 1941, tras un cáncer de colon y una serie de operaciones quirúrgicas, la fragilidad general que experimenta lo obliga a pasar sus días con el apoyo de una silla de ruedas, desde donde se las ingenia para continuar con lo que llamaba pintura con tijeras. Se trata de collages hechos con recortes de hojas de papel blanco pintadas con gouache. Sobre todo en las obras de grandes dimensiones, Matisse daba las instrucciones sobre los colores a utilizar por sus asistentes, para luego él mismo recortarlos y dejar que su equipo los pegara con alfileres al soporte final. Además del colorido de las piezas, que contrasta con el contexto internacional de la Segunda Guerra Mundial y la situación personal del artista, los temas representados en los collages son igualmente joviales. Alrededor de la escena o personaje central, destacan muchas veces figuras dinámicas e igualmente coloridas que recuerdan formas de la naturaleza como corales, algas marinas o estrellas. Uno de los mejores ejemplos de esta etapa es Jazz, libro ilustrado con tema circense que realiza en pleno conflicto bélico, que no fue publicado hasta 1947. 
Hacia los años 1940, el colorido de sus telas se tornó más atrevido, como en La blusa rumana y en el Gran interior rojo, antecedentes de los gouaches que realizó a finales de esa década, en los que cortaba y pegaba papeles coloreados. Es famosa en esta técnica su serie Jazz, de 1943-1946. En 1950 decoró la capilla del Rosario de las dominicas de Vence, la obra que mejor expone su tendencia simplificadora hacia formas más planas. Realizó así mismo un gran número de dibujos a pluma e ilustraciones para escritores como Mallarmé y Joyce. En cuanto a sus grabados, el número de piezas alcanza las quinientas, entre litografías, aguafuertes y xilografías. También esculpió en bronce y colaboró escribiendo artículos para distintas revistas especializadas. 
La obra de este importante creador está repartida en distintas colecciones públicas y privadas alrededor del mundo, principalmente en el museo que lleva su nombre y que fue fundado en 1963 y catalogado como museo nacional. Este recinto, ubicado en Niza, alberga la colección del artista donada por sus herederos al gobierno de esta ciudad de la Costa Azul francesa. 
Algunos de sus principales trabajos pertenecen al acervo del Hermitage, en San Petersburgo, Rusia, incluido La danza (1910), una de sus obras más emblemáticas. Este recinto también alberga cuadros de la estancia del artista en Marruecos, así como retratos del periodo de 1909 a 1913, y algunos realizados en las décadas de 1920, 1930 y 1940. El Centro Pompidou de París atesora importantes obras de las principales etapas de producción de Matisse. En total, se trata de 245 piezas entre dibujos, esculturas, grabados y pinturas. Cinco de estas piezas fueron adquiridas en 2001 y correspondían a la colección de Marie Matisse (1914-1999), viuda de Jean Matisse, hijo mayor del artista. 
El MoMA alberga cerca de 20 obras, entre pintura, dibujos, grabados, esculturas y cerámicas pintadas. El Museo Solomon R. Guggenheim de Nueva York, por su parte, tiene obras como parte de la colección de Sergei Shchukin, célebre coleccionista ruso que se convirtió en uno de sus principales mecenas. Otros museos como el Albright-Knox Art Gallery, el Museo de Arte Chrysler, el Museo del Novecento y el Museo Castro Maya, poseen obras del artista. Murió el 3 de noviembre de 1954 en su apartamento de Niza. 
Dos piezas de este importante artista forman parte de la colección del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana: Desnudo femenino, una litografía sobre papel, y Femme nue de dos, un creyón sobre papel.

Por Margarita González Lorente
Curadora

 

 

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