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Con la paciencia de un obrero del arte
Artículo de Periódico: Juventud Rebelde 24 de octubre, 2000
Hoy en la Galería la Acacia se inaugura la exposición del maestro Alfredo Sosabravo. El artista entra, mostrando obras recientes, a su séptima década de fructífera vida.
Por: Tania Cordero
Si rastreamos en la existencia fecunda de Alfredo Sosabravo, una línea -a ratos curva, otras veces gruesa y ancha- nos va enseñando cómo hacer del oficio arte. Humilde -como es aún, cuando el Premio Nacional de Artes Plásticas que recibiera en 1997 es una de las confirmaciones de la unanimidad que despierta su obra-, este trabajador constante encontró la manera de entregarse siempre, lo mismo en una fábrica de producción de cerámica que ante un lienzo, ya más descansado e íntimo. Cuando el laboreo incesante se vuelve meta y en cada detalle de una pieza se encuentra la valía de una confesión profesional sincera, la vida se encarga de ubicar los empeños en su sitio y al creador en su podio para que reciba el premio a tanta constancia.
Según el imprescindible crítico Alejandro G. Alonso, en la obra de Sosabravo "la vía seguida en el plano conceptual hunde sus raíces en una fórmula desde hace mucho plantada en la idiosincrasia nacional: tratar los más serios problemas con tono de guaracha, alegre ritmo de la música cubana cuyas letras apelan al chiste, al método de poner en solfa cuestiones muy profundas, para desde tales consideraciones inducir un proceso reflexivo según el cual la risa sea el detonante de mensajes de aliento y sorna".
PINCEL QUE REGRESA
A los diez años el niño Alfredo se trasladó de su natal pueblo de Sagua la Grande a una finca hermosa y apartada. Ahora, al cumplir 70 años, el artista recuerda que el contacto con la tierra y el aire de campo marcó la vocación por la naturaleza que aparece en buena parte de su obra y que las tiras de comics que "dejaba caer" un tren en aquel paraje también resultaron muy influyentes.
"Empecé a pintar en 1950 y, como siempre he preferido el esfuerzo para buscar un caminó propio, fue diez años después que fui arribando a un estilo personal que no tuviera en cuenta un pedacito de este maestro o un retazo del otro. Con las tiras cómicas del periódico El País me construí un mundo. Llegando a los sesenta conocí del teatro del absurdo, de lonesco, y todo eso lo fui mezclando con el pop, aparecieron las letras por detrás de las figuras. Siempre quise un relieve para mis trabajos de óleo directo sobre tela. Por el año 66 empecé a experimentar cociendo trocitos de telas y otras soluciones que aportaran textura a mis piezas. Con la reapertura del Museo Nacional de Bellas Artes, los jóvenes que conocen sólo en fotos estas obras podrán apreciar esta etapa con dos o tres cuadros que allí se conservan.
"Para mi generación no fue fácil vivir de la pintura. Ahora lo están logrando artistas de diversas promociones. A muchos les sorprende, pero hasta el año 1984 no pude dedicarme completamente a la creación."
La rica biografía artística de Sosabravo exhala trabajo, paciencia y consagración por todos los costados. Desde el 62 inicia sus búsquedas en el grabado en madera, especialidad que logra dominar rápidamente. Poco después, con el surgimiento de las ya legendarias primeras escuelas de instructores de arte, es convocado para dar clases, labor en la que también se destaca, pero que abandona más tarde por temor a que la docencia pusiera límites a su afán creador. De regreso al taller se encuentra, casi casualmente, con la modalidad que le daría la universal relevancia y que, según los especialistas, su nombre divide en dos etapas, pues puede hablarse de cerámica en Cuba antes y después de Sosabravo.
"En la escuela anexa de San Alejandro había aprendido el modelado en barro pensado para la escultura y esa fue la base de la que arranqué para hacer cerámica. Tuve que adecuar el concepto porque en la terracota todo es macizo y en la cerámica las formas son más bien huecas. Desde esta producción industrial, donde era a la vez obrero y artista, comencé a ganar premios y reconocimientos, pero permanecí allí 20 años con la disciplina de un trabajador más. Luego, cuando me dieron un estudio -gracias a la idea del entonces ministro Armando Hart de que los artistas de relevancia tuvieran sus talleres individuales-, no querían dejarme ir. En esta etapa la cerámica la expreso en murales; dónde alcanza otra dimensión.
Las circunstancias económicas y prácticas de principios de los noventa - que permitieron la compra de materiales, la venta a galerías y coleccionistas- fue lo que me impulsó a regresar a mi vocación de inicio y de siempre: la pintura. En Salvemos lo verde (en la foto, al fondo), un cuadro que ha tenido mucha resonancia, y otras obras de estos últimos años vuelvo a mi preocupación por la textura e imito las costuras, que pueden recordar las que antes cocía.
"Todo eso aparece en la exposición de La Acacia. También se pueden ver Influencias de la gráfica, de mi etapa de dibujante y del grabado. Aquí resumo signos míos como las Ietras, las flechas con un sentido direccional, como un reflejo en mí de la vida del hombre y sus diversos rumbos."
La fina ironía, el aviso en tomo a la protección de la fauna, el humor blanco y, desde el punto de vista formal, el trabajo en vidrio llamarán la atención de quienes acudan a esta antología de la más reciente década del creador, una de las pocas leyendas vivientes y actuantes de la plástica cubana.
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