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Egipto: el nacimiento de una civilización

Título: 
Egipto: el nacimiento de una civilización
Fecha: 
2021

Egipto actualmente es un país árabe donde la mayoría de la población profesa la religión islámica. El Cairo, su capital, es una ciudad populosa en la que se entremezclan etnias y capas sociales diferentes. Desde cualquier altura de esta inmensa urbe, podremos observar un paisaje poblado de hermosos templos con sus altos minaretes apuntando al cielo, por lo cual es conocida como La Ciudad de las Mezquitas. Pero, a lo lejos, en este paisaje encantador, permanecen elocuentes y misteriosas, las tres pirámides de la meseta de Giza, silenciosos testigos del transcurso del tiempo, de la grandeza de una civilización que aunque ya desaparecida, aportó una herencia cultural multifacética, no solo a su país de origen, sino también a la humanidad en general, tanto en el sentido espiritual como en las ciencias y el arte.
Podemos afirmar sin lugar a dudas que de todas las civilizaciones antiguas, es la egipcia la que más interés a despertado en múltiples naciones, ya que en esa tierra bendecida floreció la civilización más larga de la historia, con una duración aproximada de cuatro milenios, donde las características culturales y religiosas permanecieron durante ese lapso de tiempo, relativamente estables, con particularidades específicas que la hacen reconocible del resto de las otras culturas del Mundo Antiguo.
Y entonces es que comienzan los cuestionamientos: ¿cómo un pueblo en un estadio de desarrollo como la edad del bronce, pudo construir tan colosales monumentos para la eternidad sin ayuda exterior?, ¿será que le precedió una cultura anterior como la de los Atlantes?, o ¿es verdadera la existencia de extraterrestres que enseñaron a los primitivos egipcios las bases del conocimiento? Al respecto pienso que esta serie de especulaciones, son una injusticia para el pueblo egipcio que, con su ingenio y laboriosidad, sentó las bases en muchos aspectos constructivos y tecnológicos a las culturas posteriores. 
Cuando en el siglo XIX surge la Egiptología como ciencia, un grupo de pioneros de la Arqueología, pudo esclarecer en gran medida la evolución del pueblo Nilota desde estadios bien tempranos, pero partiendo en sus análisis de una visión eurocentrista y difusionista. O sea que, para ellos, la civilización de Egipto Antiguo fue producto de influencias de culturas mediterráneas del Cercano Oriente, deslindando así a esta cultura del resto del continente africano, y tomando al desierto del Sahara como una barrera natural de aislamiento etnológico.
Hoy en día los más recientes estudios basados en la comprobación científica a partir de la Arqueología, la Etnología y la Antropología, han situado a la civilización egipcia como un producto netamente de origen africano, tesis defendida hoy por renombrados expertos como J. Leclant y J.C. Autuori, y a los cuales precedieron en sus afirmaciones a principios del siglo XX, eminentes egiptólogos como Frankfort y Naville.
Según los defensores de la teoría autoctonista, existieron asentamientos desarrollados en el Sahara occidental y central, en fases neolíticas de cultivo de gramíneas y cereales más la crianza de ganado, en épocas tan remotas como el VIII milenio a.n.e. Se sabe que el desierto actual era una zona fértil sobre el X milenio, aun el Sahara conserva en su manto freático grandes reservas de agua que así atestiguan la existencia de áreas boscosas en el pasado. Por motivos no bien esclarecidos, esa parte de la tierra sobre el 8000 a.n.e comenzó a sufrir cambios climáticos severos, que llevaron a la paulatina desertificación de las áreas anteriormente fértiles. La naturaleza no podía abastecer de alimentos a los grupos nómadas de la región, lo cual obligó a los grupos humanos a asentarse en los lugares cerca de los oasis y a producir artificialmente los alimentos que no hallaban ya fácilmente en la naturaleza producto de la presión ecológica. Esta situación extrema sirvió de base al desarrollo de la agricultura y ganadería de la región.
Sobre los milenios VII-VI a.n.e. ya existe una clara evidencia de asentamientos en estadios de desarrollo neolíticos en las altiplanicies centrales saharianas como son los de Tagalagal y Amekni, en los cuales se han encontrado restos de una alfarería primitiva, equipamiento lítico de moler gramíneas y osamentas de ganado bovino, ovejas y cabras. Son notables las pinturas rupestres de estas regiones representando a estos rebaños, lo cual es prueba de la naturaleza de sabana existente en estos lugares. Otros focos culturales más tardíos están ubicados en lo que hoy día es el desierto occidental de Egipto, en los macizos de Gilf Kebir y el oasis de Nabta Playa. Esto prueba el desplazamiento en progresión hacia las zonas orientales saharianas de los grupos humanos, buscando condiciones climáticas favorables para el desenvolvimiento de la vida.
Por tanto los asentamientos humanos alrededor del Nilo fueron incrementándose en la medida que el clima del Norte de África fue dejando a sus pobladores sin medios de subsistencia. No debe pensarse en hordas invasoras pues étnica y culturalmente eran los nuevos pobladores del mismo tronco que los habitantes originales del Nilo. Debemos hacer la salvedad que los asentamientos alrededor del río Nilo no desarrollaron una economía agrícola hasta mucho más tarde que los saharianos, debido a la no necesidad de producir alimentos, ya que el caudaloso río, daba suficientes alimentos por la vía de la recolección, caza y pesca a sus pocos pobladores de las márgenes.
En la medida que el crecimiento demográfico fue mayor, se incrementó las rivalidades por las tierras de asentamiento para la producción de alimentos, rivalidades que avanzan desde la zona sur hacia el norte de Egipto en el período Pre-dinástico tardío y que posteriormente dan paso a la unificación del Estado Egipcio en el Dinástico Temprano.
Esta tesis se prueba al comparar y comprobar que el arte y desarrollo social de las poblaciones del Sahara Central y Oriental tienen rasgos comunes con las de los pobladores tempranos de Egipto. Por ejemplo, podemos mencionar representaciones de bovinos en las pinturas rupestres del Sahara similares a los de la vaca Hathor y del toro Apis egipcios con un disco solar entre los cuernos. Igualmente han sido halladas pinturas de dioses itifálicos similares al dios pre-dinástico de la fertilidad Bes de Egipto. Un rasgo a destacar por su importancia en el rango de las similitudes, es el sentido de realeza divina de raíz africana, que da paso posteriormente a la figura del faraón egipcio, soberano de poderes omnímodos que establece un estado teocrático.  
Por tanto, podemos decir, que, Egipto tuvo una continuidad en su desarrollo pre-histórico conjuntamente con el resto de África, esta es la actualmente llamada Teoría del Sustrato Paleo-africano, que se formó en tiempos paleolíticos y neolíticos en las zonas saharianas y limítrofes de África y que, según Autori, ese sustrato es lo que define lo que podríamos llamar “Macro-complejo cultural africano” que integra civilizaciones diversas, pero con esenciales rasgos comunes. La ausencia de ruptura en la evolución cultural de Egipto prehistórico y pre-dinástico, descarta la posibilidad, como apunta Vercoutter, de la intervención determinante de un elemento exterior en la formación de la civilización faraónica.  
Las semejanzas entre la religión faraónica y las religiones practicadas hoy día en el África negra, prueban una vez más la Africanidad de la cultura faraónica egipcia. Al respecto el eminente egiptólogo E.A.W. Budje expresó:
Parece un error estudiar la religión egipcia desde el punto de vista de la asiática del este y del oeste o de la europea, porque es un producto africano y solo puede ser apreciada y entendida correctamente si se le considera en conexión con lo que conocemos sobre la religión africana moderna. 
Inclusive esas religiones derivadas del África negra pasan al contexto caribeño y a Brasil durante la época colonial y perviven aun en nuestros países, particularmente en Cuba, donde un estudio comparativo de ambas religiones: la faraónica antigua y la Regla de Osha de raíz africana muestran aspectos de gran similitud, fenómeno actualmente estudiado por varios especialistas en nuestro contexto. 
En la medida que el desierto del Sahara se extendió, este sirvió de barrera natural quedando dividida la población originaria africana, que continuó desarrollándose en medios diferentes. La estabilidad geográfica y climática del valle del Nilo, propició que el pueblo egipcio desarrollara una cultura cerrada, peculiar y con una alta autoestima nacional, erigiendo después de su etapa formativa un estado centralizado y teocrático, administrado a través de un gran cuerpo burocrático, formado por escribas y funcionarios de diversas categorías. Ostentaron un arte único y monumental que se hizo realidad a través del esfuerzo mancomunado de sus habitantes, movidos por su fervor religioso y la autoridad del dios viviente: el Faraón. 
Fue la egipcia, una de las más grandes civilizaciones de la historia de la humanidad, que abarcó todos los campos de la vida, en las ciencias, las artes, la escritura, la vida urbana, las relaciones sociales, las actividades económicas, el poderío militar etc. Pero antecediendo al llamado Milagro Egipcio, existió un desarrollo milenario común de las comunidades africanas, que compartieron actividades económicas, relaciones sociales y sistemas de creencias similares, desarrollo interrumpido por las transformaciones climáticas, que conllevó a la ulterior división de los grupos humanos del continente diferenciándolos en su posterior desenvolvimiento, pero en los cuales aún permanecen los rasgos comunes de su origen. 
 
Bibliografía
-Budje, E.A.W.: Osiris and Egyptian Resurrection. 1911.

-Cervello Autori, Josep: Egipto, África y el Mundo Antiguo. Universidad Autónoma de Barcelona, 1995.
-Cervello Autori, Josep: Las raíces Africanas de la Civilización Faraónica. Universidad Autónoma de Barcelona, s/a.
-Gordon Childe, V.: Los orígenes de la Civilización.
-Frankfort, Henri. La religión del Antiguo Egipto. Editorial Laertes S.A., Barcelona ,1998. 

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