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La ronda de Lesbia Vent Dumois

Título: 
La ronda de Lesbia Vent Dumois

por Nancy Morejón

 

Para María Alejandra

Marcada por las cruces del horizonte de su pueblo natal, en plena garganta sur de la Isla; marcada también por la incondicional voluntad de encontrar la belleza en cualquier rincón de su entorno, Lesbia Vent Dumois reinicia esta tarde, junto a nosotros, su antigua ronda infantil que no cesa de buscar el rostro materno, la sombra de sus hermanas, bajo la luna blanca de Cruces. Nunca ha dejado de hacerlo ni aun en aquellos primeros grabados que lograron documentar –fijándola para siempre–, la silvestre existencia, la existencia indomable de un universo doméstico que se revelaba como un hecho esencialmente comunicador en sus secretas revelaciones humanas.

Las manos de Lesbia Vent Dumois, nacidas entre paños del Congo y del Anam, crearon un ejército de mujeres airosas que todavía ahora están invadiendo el espacio que los separa a ustedes de nosotros. Maravillosas figuras femeninas poblaron su cosmovisión y fueron recreadas por su talento, que oyó las voces de las peregrinas, el dolor de las vecinas y la pena de las visitas atendidas por la servidumbre.

Peregrina del alba, Lesbia proviene de una estirpe de mujeres de nombre hechizado por su mejor virtud, o su mejor definición, que es el trabajo.

Pintados o grabados, esos rostros femeninos abrieron el camino hacia la consecución de un arte sólo condicionado por el latido del corazón. Aquí están para darnos otra lección de amor, otra lección de orfebrería secular, otra noción de lo que fue el pasado a través del presente. Los pinceles de Lesbia no conocieron el tiempo de la luna, ni el tiempo de los ríos, sino el tiempo de la transformación perpetua.

No escatimó ni medios ni expresiones y sus figuras salieron disparadas del caballete hacia el cartel, del cartel a las vallas, del grabado a la genuina ilustración, a la sobrecama, al vaso y al mural.

Atractivo crisol de sangres infinitas, llegadas hasta aquí desde todos los océanos posibles, esta artista de Cuba no es otra cosa que una sencilla mujer dotada de un olfato sensible y de una disciplina digna de ciertos arcabuces medievales; ella cumple uno de los tantos ciclos que nos hacen admirarla en la tarea de todos los días, las noches, las semanas, los meses, los años, los siglos y los siglos por venir.

Iluminada por esa misma disciplina, Lesbia nos ha adentrado en el disfrute y el conocimiento de la museografía latinoamericana desde su perspectiva de gestora excepcional de sus bases y sus multiplicadas relaciones.

Hija del crepúsculo Sur, esta será la nueva ronda de Lesbia Vent Dumois, colmada de firmezas y arcoíris compartidos en ese ejemplo suyo que no cesa, que nos enseña cómo hacer no siempre teniendo. Por eso amo su obra, que no resiste las clasificaciones sino que perdura en esta nueva ronda a la que nos invita, una vez, al borde de llegar a contar setenta noviembres, setenta primaveras, es decir, setenta rondas en espiral en donde su vida se ha tejido como un mantel, cayendo en la alegría de su vida que tanto agradecemos, que tanto nos ha dado, que tanto nos seguirá dando. Lesbia del Viento Suyo y Nuestro, en un mar de oro fino. Lesbia del

Viento Ajeno y Libre como el aire.

La Habana, 6 de noviembre, 2002

Palabras leídas en la inauguración de la muestra Ángeles y demonios andan juntos, de Lesbia Vent Dumois, que, a propósito de su setenta aniversario, auspiciaran en el Hotel Parque Central de La Habana, la Asociación de Artistas Plásticos de la UNEAC y el Consejo Nacional de las Artes Plásticas.

 

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