Mi derecho a jugar, atractiva edición del Taller de Creación infanto-juvenil en MNBA

Convocados por los beneficios didácticos acerca de roles y divertimentos que han ayudado en el crecimiento espiritual de la humanidad, el Departamento Educativo del MNBA congregó a niños, adolescentes y jóvenes a su Taller de Creación infanto-juvenil titulado Mi derecho al juego durante diciembre de 2010. 
Guiados por la pericia de profesores-facilitadores, los talleristas exploraron capítulos de la historia de los juegos creados por el hombre mediante narraciones orales y anécdotas aportadas por los presentes, las cuales sirvieron de estímulo para la posterior ejecución de trabajos pictóricos que privilegiaron técnicas como el collage, el dibujo, la instalación y el esgrafiado.
Resultó interesante apreciar como muchos de estos intercambios contaron con la complicidad amorosa de padres, quienes también tuvieron un rol activo en la movilidad del evento. Con el apoyo de ellos, fueron recordadas prácticas lúdicas como Juegos de trompos, Quimbumbia, Chivichanas, Parchís, sin olvidar las omnipresentes rondas y cantos que históricamente han aderezado muchas de estas recreaciones. 
Por otra parte, el evento permitió ensanchar los márgenes del arte desde una creación libre que recorrió fragmentos de las colecciones de arte cubano. A la vez, revisitó artistas cuya producción plástica no escapa al aliento lúdico inherente al juego mismo de la creación: Amelia Peláez, Alfredo Sosabravo, Torres Llorca, entre otros autores compendiados en nuestro tesauro.
Si los trabajos visuales fueron formidables y la imaginación infantil acrecentó el encanto de los resultados expositivos desplegados en la Sala Didáctica del Museo, igualmente fue deslumbrante apreciar una práctica performativa que terminó derribando los muros de la institución para expandir su legado a las calles. Niños y jóvenes, junto a familiares y profesores, grabaron sus huellas sobre el asfalto con figuras y símbolos que remedaron los trazos de la inocencia, la suspicacia de la imaginación y evidenciaron, en el elocuente sudor sobre camisas y blusas, el fruto del esfuerzo tras ganar una partida de ajedrez o una empática competencia de adivinanzas.
A la vista de todos quedan valiosos testimonios de aquellos momentos que los profesores guardamos en el corazón.