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Noche de Luna en el río Canímar

Título: 
Noche de Luna en el río Canímar

Cleenewerck, Henry (Watou, 1818 – 1901, Bruselas)

Noche de Luna en el río Canímar. 1865

Óleo/tela, 94,5 x 135 cm

Paisajista belga, de padres franceses, que se formó en la Academia de Poperinge (1840-1845). También parece haber estudiado en la Academia de Amberes, donde exhibió en el Salón en 1849. Entre 1854 viaja a los Estados Unidos. En 1865 llega a Cuba, donde parece haber permanecido hasta 1868, cuando viaja a París. En 1870 participa en el Salón de París y posteriormente viaja por Europa occidental. Se considera que entre 1880 y 1890 viaja regularmente de Europa a América y viceversa. En 1901 fallece en Bruselas, aunque en ese momento estaba domiciliado en Nueva York. Se le menciona en el “Lexicon van Westvlaamse Beeldende Kunstenaars II” (1993).

Artista muy conocido en Cuba, sus paisajes de zonas rurales cubanas, especialmente de Matanzas, constituyen uno de los tantos testimonios de la geografía y la naturaleza insulares, legados por los artistas extranjeros que nos visitaron, desde los días de la toma de La Habana por los ingleses y con mayor énfasis en el siglo XIX. A pesar de ello, sus hermosas pinturas son prácticamente desconocidas en Europa.

Su acercamiento al paisaje cubano evidencia un gusto romántico, a la manera de Caspar David Friedrich: destaca la monumentalidad de la naturaleza e idealiza la atmósfera con tonalidades más propias del romanticismo francés, por ejemplo, que del realismo ya en boga y establecido en Europa en ese momento. Sus figuras humanas son una presencia diminuta e inconstante, con una doble carga semántica. Por un lado, son referencia, por contraste, de la grandiosidad de la naturaleza por estos lares. Por el otro, son portadores, también, de parte del exotismo de sus creaciones.

José Manuel Ximeno, gran coleccionista matancero del siglo XIX, comisionó al artista belga Henry Cleenewerck la realización de varios paisajes, entre 1865 y 1868, período en que el mismo se encontraba en Cuba procedente de los Estados Unidos de América.  El río Canímar a su paso por la geografía matancera, dibuja enigmáticos entornos que, en el siglo XIX respondían a la necesidad de ambientes exóticos de los artistas europeos llegados al país, como temas para sus producciones.

En la isla, donde el proceso de conformación de la nacionalidad se encontraba en pleno apogeo, el reconocimiento del propio paisaje, su exaltación como riqueza cultural, en el amplio sentido del término, encuentra su cauce en la obra de varios autores y va a ser demandada, tanto por esta razón, como por sintonía con el mundo artístico parisino, que ha estado llegando al país. En esta pintura, Cleenewerck es fiel a su búsqueda de atmósferas específicas, en este caso la noche alumbrada por la Luna, en el cauce de un río que se pierde en fuga hacia el infinito. Pequeñísimas figuras de pescadores en su faena, nos confirman la monumental peculiaridad del entorno, la singularidad de un mundo desconocido para Europa, puesto de moda por las revistas y editoriales parisinas del momento.

En el Museo existen ocho paisajes de su autoría que forman parte de la colección de arte en el período colonial en Cuba.

Ya establecido en París, en la década de 1870, el artista pintó varios paisajes cubanos desde la misma estética de los realizados en Cuba y con ellos participó en los salones de París.

Cleeneverck, Henry:

Rincón del Valle al atardecer; 1865

 Óleo/tela; 126 96 cm. MNBA

Cleenewerck, Henry:

Paisaje de Matanzas

 óleo tela; 50 x 55 cm; MNBA

Cleeneverck, Henry:

Una ceiba en San Antonio de los Baños

óleo tela; 102 x 135 cm; MNBA

Por Oscar Antuña, curador de las Colecciones de Flandes, Holanda y Alemania del MNBA.

 

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