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Se celebra el 367 aniversario de la proclamación del dogma de La Inmaculada Concepción
José Campeche (Puerto Rico, 1752‑1809)
La Inmaculada Concepción, 1804
Óleo sobre madera; 63.4 x 40 cm
Hoy, 8 de diciembre, se celebra el 367 aniversario de la proclamación del dogma de La Inmaculada Concepción, por el Papa Pío IX en su bula Ineffabilis Deus, que reza:
(...) declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene
que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de
la culpa original en el primer instante de su concepción por singular
gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de
Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe
ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles (...)
En la Sala Permanente de Arte Latinoamericano del Museo, se exponen cuatro obras que representan el asunto de La Inmaculada Concepción, tres pertenecen al Virreinato de Nueva España: una es del siglo XVII y carece de autor reconocido, mientras que las restantes están firmadas y fechadas en el siglo XVIII. Todas estas creaciones, en sus diferentes versiones, son expresiones del barroco pictórico novohispano. De igual manera, se distingue una magistral pieza del puertorriqueño José Campeche, el artista más importante de su país en la época colonial, y su pintura es la única perteneciente al rococó de toda la colección.
La virtud Inmaculada de la Virgen fue defendida como concepto de pureza por haber sido elegida como Madre de Dios, privilegio que la encumbró al nivel de su Hijo. La alegoría mariana de la Inmaculada Concepción fue unos de los asuntos más representados en la iconografía latinoamericana, como herencia andaluza, sobre todo del pintor Esteban Murillo. Tuvo varias fuentes literarias de referencia para su conformación visual definitiva. Una de las más reconocidas es del Antiguo Testamento, en el pasaje profético y simbólico del origen del mundo en Génesis; otra, un fragmento de un poema de Cantar de los Cantares, que alude y sugiere la belleza física de la Virgen. Se identifica al novio como Cristo y a la novia como la Iglesia, y se establece un diálogo amoroso entre ellos.
Lucas enuncia a la Inmaculada, en la Plegaria del Magnificat, uno de los más bellos himnos de la Biblia, donde la Virgen agradece a Dios al saber que ha sido elegida por él. Es la respuesta al anuncio que le hace su prima Isabel de que engendrará un hijo. Está expresada también en una escena del Apocalipsis1 y en dos apócrifos: el evangelio de Santiago, donde hace una apología de la virginidad perpetua de María y convoca a los inicios de su culto, y los escritos Siríacos de San Efrén, Himnos de la Natividad. Por su parte, Francisco Pacheco en su Tratado de pintura expuso la iconografía adecuada para representar a la Inmaculada.
Plegaria del Magnificat, Lc. (1, 46-56)
46 Entonces María dijo:
Mi alma glorifica al Señor: 47 y mi espíritu está trasportado de gozo en el Dios, salvador mío. 48 Porque ha puesto los ojos en la bajeza de su esclava: por tanto, ya desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones. 49 Porque ha hecho en mí cosas grandes aquel que es todopoderoso, cuyo nombre es santo; 50 y cuya misericordia se derrama de generación en generación sobre los que le temen. 51 Hizo alarde del poder de su brazo: deshizo las miras del corazón de los soberbios. 52 Derribó del solio a los poderosos, y ensalzó a los humildes. 53 Colmó de bienes a los hambrientos: y a los ricos los despidió sin nada. 54 Acordándose de su misericordia, acogió a Israel su siervo; 55 según la promesa que hizo a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia por los siglos de los siglos. 56 Y detúvose María con Isabel cosa de tres meses: y después se volvió a su casa.2
"Bendita sea María, la que sin votos y sin oraciones por su virginidad concibió y tuvo al Señor de todos los hijos de sus iguales”.3
(Ap. 12,1) “Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas bajos su cabeza”.4
Tratado de Pacheco:
No tiene Niño en los brazos antes tiene puestas las manos, cercada del sol, coronada de estrellas y, la luna a sus pies (...). Hase de pintar pues,(…) esta Señora en la flor de la edad, de doce a trece años, bermosima niña, lindos, y, graves ojos, nariz y boca perfectísima y, rosadas mejillas, los bellisimos cabellos tendidos, de color de oro, en fín, cuanto fuere posible al humano pincel(…) hase de pintar con túnica blanca y manto azul, vestida del sol, un sol ovado de ocre y blanco, que cerque toda la imagen, unido dulcemente con el cielo, coronada de, estrellas, doce estrellas compartidas en un círculo claro entre resplandores, sirviendo de punto la sagrada frente, las estrellas sobre unas manchas claras formadas al seco de purísimo blanco, que salga sobre todos los rayos. Una corona imperial adorne su cabeza que no cubra las estrellas; debajo de los pies la luna que, aunque es un globo sólido, tomo licencia para hacello claro, transparente sobre los pies, por lo alto, más clara y visible la media luna con las puntas abajo. (…). Adornase con serafines y con ángeles enteros que tienen algunos de los atributos. El dragón, enemigo común, se nos había olvidado, a quien la Virgen quebró la cabeza triunfando del pecado original.5
La belleza de la iconografía inmaculista latinoamericana colonial fue de alta difusión y permanencia, siendo uno de los cuatro dogmas marianos de mayor devoción y culto en la región y de mayor representación en nuestra sala permanente.
José Francisco Mariano Hernández (Puebla de los Ángeles, activo a principio del siglo XVIII), Virreinato de Nueva España
La Inmaculada Concepción, 1778
Óleo sobre tela, 93 x 66.5 cm
Firmas e inscripciones: José Fco. Mariano Hernz. Faciebat. Angelopoli 1778
1 El Apocalipsis o Libro de la Revelación el único de género exclusivamente profético, rico en símbolos y el de más difícil comprensión de todos los textos canónicos.
2 La Biblia Latinoamericana. Nuevo Testamento, p.108
3 Siríacos de San Efrén, Himnos de la Natividad, p.67
4 La Biblia Latinoamericana. Viejo Testamento, p.421
5 F. Pacheco, Arte en la pintura, su antigüedad y grandeza, p.558
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