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Un rasgo del padre Bartolomé de las Casas

Título: 
Un rasgo del padre Bartolomé de las Casas
Fecha: 
2021

Un rasgo del padre Bartolomé de las Casas,1889

Óleo sobre tela; 199 x 150 cm

Firmado y fechado en inferiorizquierdo: “S. Gelabert / 1889 –Habana-”

Sebastián Gelabert es un artista que pertenece a la nómina del Museo Nacional desde el momento de su fundación en 1913 y, sin embargo, su nombre resulta prácticamente desconocido dentro de la historia del arte cubano. Como muchos graduados de la Academia de San Alejandro, centró su interés en la labor docente, destino al que lo inclinó sin dudas no sólo su vocación artística, sino las innumerables sustituciones que debió hacer en la Academia como profesor de Dibujo Elemental, en remplazo del catedrático Antonio Herrera Montalván cuando la enfermedad no le permitía al maestro cumplir sus funciones pedagógicas. Pero a la muerte de Herrera en 1891, el Teniente General Camilo García de Polavieja y del Castillo –a cargo del gobierno de la Isla desde 1890 hasta 1892,- intervino directamente para que se nombrara a un apadrinado para el puesto. Este y otros contratiempos, llevaron a Gelabert a dedicarse primero a la fotografía, como medio de sostenera su familia; y con posterioridad se consagró a las finanzas, convirtiéndose en Presidente del Banco de La Habana y Ministro de Hacienda en época del presidente Zayas.

El cuadro “Un rasgo del padre Bartolomé de las Casas”, está fechado en su último período como educando de San Alejandro, cuando recibió las mejores calificaciones en Composición original dentro de la clase de Colorido, siendo uno de los discípulos predilectos de Miguel Melero. Quizá uno de los mayores atractivos de la pieza se encuentra en la técnica empleada por el pintor, donde la capa de preparación ha sido el medio de lograr las interesantes texturas que se aprecian en la zona del diente de perro, cercana a la costa en primer plano; y que nos hablan de las innovaciones introducidas por Melero en el terreno de los métodos artísticos.

En esta obra,la representación del «encuentro de culturas» producido por la colonización de América, denota una evolución desde las visiones románticas de exóticos pobladores redimidos a la fe verdadera, hacia el reconocimiento implícito de que fue necesaria una mediación jurídica y teológica para la protección de los aborígenes sometidos en las nuevas tierras. La figura amable de fray Bartolomé de las Casas y, por extensión, el inconfundible hábito de la Orden de Predicadores dominan la escena, en homenaje a la enérgica defensa que hiciera el padre dominico de las poblaciones originarias, en sus muy conocidos textos que debía manejar todo pintor de historia –como la “Brevísima relación de la destrucción de las Indias” y la “Disputa o controversia con Ginés de Sepúlveda”- que ofrecían una perspectiva muy alejada del paradigma hegemónico,parala comprensión y tratamiento del tema del descubrimiento.

La visión de los pobladores oriundos que ofrece el pintor–representados en la indígena de piel rojiza y arrodillada en actitud de persignarse,- sigue la letra del texto histórico: “Sus vestidos, comúnmente, son en cueros, cubiertas sus vergüenzas, e cuando mucho cúbrense con una manta de algodón, que será como vara y media o dos varas de lienzo”; mientras la simpleza y humildad de la actitud se corresponde a la descripción que hiciera las Casas del carácter de los hijos de América: “Todas estas universas e infinitas gentes a todo género crió Dios los más simples, sin maldades ni dobleces, (…) más pacientes, más pacíficas e quietas, sin rencillas ni bullicios, no rijosos, no querulosos, sin rencores, sin odios, sin desear venganzas, que hay en el mundo (…) que menos poseen ni quieren poseer de bienes temporales; e por esto no soberbias, no ambiciosas, no codiciosas.”

No menos exacta es la encarnación del conquistador que perfila Gelabert, armado frente al aborigen indefenso, dispuesto a diezmar poblaciones completas en nombre de un Rey distante y extraño. Como dijera el padre las Casas: “…entraron los españoles, desde luego que las conocieron, como lobos e tigres y leones cruelísimos de muchos días hambrientos. Y otra cosa no han hecho de cuarenta años a esta parte, hasta hoy, e hoy en este día lo hacen, sino despedazarlas, matarlas, angustiarlas, afligirlas, atormentarlas y destruirlas…”

Un 15 de agosto de 1514 la voz de las Casas se alzó no solo en defensa del indígena, sino que proclamó en los sordos oídos de los colonizadores españoles una vía de preservar sus vidas y derecho de gentes: ese día en Sancti Spíritus se enfrentó a los encomenderos y renunció públicamente a sus repartimientos.Dedicódesde entonces todas sus energías al propósito de que la Corona española reconociera como súbditos e iguales a los aborígenes americanos, y les liberara de la esclavitud. Su enconada lucha le valió el prestigio de Procurador o protector universal de todos los indios, al defender que eran seres con uso de razón, criaturas racionales y seres humanos en pleno ejercicio de sus derechos naturales a la libertad. La “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”, es considerado el primer informe de derechos humanos de la historia moderna, y en consecuencia al padre las Casas, como un precursor en esta materia.

Para beneplácito del público de nuestro Museo, la sugestiva pieza “Un rasgo del padre Bartolomé de las Casas” de Sebastián Gelabert Ferrer ha sido incorporada, recientemente, al despliegue permanente de la Colección de Arte en la Colonia y podrá ser admirada en el Edificio de Arte Cubano cuando la situación sanitaria permita la reapertura de las salas.

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