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Canaletto. Giovanni Antonio Canal (Venecia, El Colegio de Chelsea, la Rotonda, la casa Ranelagh y el río Támesis, 1751
Giovanni Antonio Canal Barbieri, llamado Canaletto, nació en Venecia el 18 de octubre de 1697. Comienza su actividad artística como pintor de escenografías para teatro. Saturado de este ambiente, pronto inicia su camino dentro del mundo ‘vedutístico’ exhibiendo en sus primeros años fuertes influencias de aquellos artistas que le encaminaran en la ruta de las ‘escenografías pictóricas’, en vez de las de ‘perspectivas’, demasiado centradas en la repetición de elementos edilicios. Viaja a Roma en fecha temprana y allí se rinde ante el ‘capricho arqueológico’, hermosamente inscrito por Giovanni Paolo Pannini. A su regreso en 1720 a su ciudad natal, el gremio de pintores lo documenta consecutivamente hasta 1767.
Su principal cliente y mecenas fue Sir Joseph Smith, banquero, marchante, editor y coleccionista, devenido cónsul británico en Venecia desde 1744, pero con quien ya tenía relaciones de amistad desde 1728. Entre 1740 y 1745 Canaletto concibió la serie de aguafuertes “Vedute alte prese da i Luoghi altre ideate”, dedicadas al coleccionista Smith, piezas que resultan sumamente útiles para comprender los límites entre la ‘veduta’ y los ‘caprichos’, con sus respectivos lenguajes topográfico y subjetivo.
El maestro veneciano residió en Inglaterra a lo largo de dos temporadas (1746 y 1751), siguiendo las recomendaciones del propio Cónsul. En este ámbito, pintó vistas urbanas y campestres debiendo tomar en cuenta el gusto del mercado local lo cual condicionaba que en sus obras existiera una gran precisión topográfica. Este período estuvo marcado por ciertas interrupciones debido a sus retornos a la Ciudad Lagunar. Regresa definitivamente a Venecia en 1755 y ocho años más tarde es nombrado miembro de la Academia de Pintura y Escultura. El anhelado reconocimiento le llegaría en su patria de manera bastante tardía, cuando contaba con 71 años de edad y apenas faltábanle cinco para morir.
Realizó dibujos, estampas y pinturas de diverso formato. Representó escenas festivas, carnavales, regatas, la procesión del Bucentauro, hermosas vistas de Venecia, Roma y Londres. También legó el interior de algunas edificaciones importantes, como la Rotonda o el Palacio Ducal, documentando tradiciones y protocolos, pletóricos de fasto y moda.
Canaletto hizo brillar a la veduta en un ambiente tan diverso al suyo como Londres, cautivando no solo a los abundantes compradores del Grand Tour, sino también a la comunidad artística, dentro de la cual tuvo seguidores que resultaron marcados por su visión de la arquitectura y del paisaje en sentido general. La pieza que de su autoría colecciona el MNBA, constituye un ejemplo representativo del quehacer de este artista durante su estancia en Londres, ámbito en el que aplicó el modus pictórico que le hiciera famoso en Italia, gracias al manejo de un modelo de creación personalísimo que le permitió salvar las diferencias de color, luz y atmósfera.
Si se desea entender qué es una veduta, cómo evolucionó su lenguaje, cómo se manifestó desde la práctica italiana, cómo se comporta cuando refleja el entorno local y cómo lo hace cuando incorpora paisajes de otras latitudes; asimismo, si se busca establecer las interrelaciones entre este tipo de pintura y los orígenes profesionales de sus hacedores, frecuentemente vinculados a la decoración de escenografías teatrales, incluso, para comprender la interacción social que alcanzan estos artistas, insertándose con estrategia propia en las dinámicas promocionales y comerciales, alcanzando su institucionalización por parte de la Academia, pues, sin dudas, estudiando las obras del Canaletto es posible responder a estas y otras motivaciones de acercamiento al fenómeno referido.
La veduta tiene un carácter topográfico, no intenta confundir con elementos idílicos o ilusorios, si bien en ocasiones muestra un panorama tan amplio que resulta inequívoca la presencia de la cámara oscura dentro del proceso creativo. Este artefacto sirvió en reiteradas ocasiones a numerosos vedutistas en el afán de incorporar al lienzo la mayor cantidad de elementos arquitectónicos, de ingeniería, naturales, relativos a la navegación e incluso orográficos, que resultan imposibles de captar de una vez por el ojo humano.
Con tal herramienta, la tendencia ilusionista presente en la pintura italiana, trasciende las quadraturas y trampantojos para enfrentarnos al reto de apreciar al unísono extensos tramos urbanos donde coexisten más elementos de los que la vista es capaz de captar al posicionarse en un punto. Este sentido de encuadre panorámico, absolutamente inclusivista, plantea la estructuración de un nuevo espacio, plausible dada la excelsa condición técnica de estos artistas, real desde la invención que ofrece la aplicación de las leyes ópticas, pero en definitiva, resultado de cómo se produce el acto de mirar, más que al entorno mismo, al fenómeno que es la temporalidad, la luz, los efectos diferenciadores entre una y otra hora del día.
El Museo Nacional de Bellas Artes colecciona y expone en su Sala Permanente de Arte Italiano, la obra de Canaletto: “El Colegio de Chelsea, la Casa Ranelagh, la Rotonda y el río Támesis”, 1751. La pieza ingresó al Museo en el año 1959, procedente de la colección privada de Oscar B. Cintas Rodríguez, de donde resultó transferida por el Estado, en virtud del proceso de Recuperación de Valores y como parte de la gestión con su Testamentaría, encargada de los bienes del coleccionista, ya fallecido para la fecha. Según la documentación en archivo, el ejemplar debió formar parte de la pinacoteca de Cintas con anterioridad al 19 de marzo de 1951, mientras que su presencia en Cuba puede situarse hacia la segunda mitad del propio año.
La actual catalogación de la pintura, así como las comparaciones iconográficas, confirman la histórica afirmación de que la obra en asunto resulta la mitad derecha de un cuadro mayor, cuyo segmento izquierdo pertenece al National Trust londinense, Blickling Hall. La exposición “Canaletto 1697-1768” , curada por la experta Bozena Anna Kowalczyk en 2018, fue la ocasión en que, por vez primera, tras ser cortada en sendas partes probablemente por el propio artista, esta hermosa veduta del maestro veneciano volvió a lucir en todo su esplendor. Consciente de la notable ocasión a la que resultaba convocado, el MNBA cedió la obra en préstamo para la muestra que tuvo lugar en Palacio Braschi, Museo de Roma.
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