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Anónimo. Escuela altoperuana (siglo XVII‑ XVIII), Descanso en la huida a Egipto
El Descanso en la huida a Egipto es una representación basada directamente del evangelio apócrifo de Pseudo Mateo, capítulo XX, 1-2:
Y ocurrió que, al tercer día de su viaje, María estaba fatigada en el desierto por el ardor del sol; y, viendo una palmera, dijo a José: Voy a descansar un poco a su sombra. Y José la condujo hasta la palmera y la hizo apearse de su montura. Cuando María estuvo sentada, levantó los ojos a la palmera y, viendo que estaba cargada de frutos, dijo a José: Yo quisiera, si fuese posible, probar los frutos de esta palmera. Y José le dijo: Me sorprende que hables así, viendo la altura de ese árbol, y que pienses en comer sus frutos. Lo que a mí me preocupa es la falta de agua, pues ya no queda en nuestros odres, y no tenemos para nosotros ni para nuestros animales.
Entonces el Niño Jesús, que descansaba, con la figura serena y puesto sobre las rodillas de su madre, dijo a la palmera: Árbol, inclínate, y alimenta a mi madre con tus frutos. Y a estas palabras la palmera inclinó la copa hasta los pies de María, y cogieron frutos con que hicieron todos refacción. Y no bien hubieron comido, el árbol siguió inclinado, esperando para erguirse, la orden del que le había hecho inclinarse. Entonces le dijo Jesús: Álzate, palmera, recobra tu fuerza, y sé la compañera de los árboles que hay en el paraíso de mi padre. Descubre con tus raíces el manantial que corre bajo la tierra y haz que brote agua bastante para apagar nuestra sed. Al instante el árbol se enderezó, y de entre sus raíces brotaron hilos de un agua muy clara, muy fresca y de una extremada dulzura. Y viendo aquel agua (sic), todos se regocijaron, y pudieron saciarse juntamente con los jumentos, dando por ello fervientes gracias a Dios.
En la obra Descanso en la huida a Egipto, se representa a la Sagrada Familia con una iconografía en la cual los personajes se muestran plenamente humanos, encarnados como cualquier familia terrenal en una escena común, con total ausencia de divinidad y consecuentemente más cercanos al espectador. Este acercamiento de los hombres a Dios es el sentir del espíritu del siglo XVII, surgido después de la Contrarreforma, que se convirtió en una tendencia en el Barroco. Los episodios de la niñez de Jesús como el que muestra este óleo, fueron recurrentes en el arte europeo y tuvieron una gran acogida en los pintores latinoamericanos, quienes lo repitieron a través de toda la época virreinal.
En un entorno desértico, solitario y cálido se desarrolla la escena del Descanso en la huida a Egipto. En primer plano, la Virgen está sentada bajo las ramas de un árbol y da el pecho a su hijo. A su izquierda, hay una cesta con el manjar celestial, el pan y las uvas, símbolo del cuerpo y de la sangre de Cristo.
En esta pieza, a diferencia de las restantes imágenes marianas representadas en la Sala de Arte Latinoamericano del Museo, María tiene un porte corpulento y monumental, que a su vez se contrapone a la representación suave de su rostro. Está vestida con un manto azul, ropa rosada y un tocado en su cabeza. El modelado de los paños es algo duro. El Niño Jesús tiene su cuerpo envuelto en un manto que solo le deja descubierta su cabeza. Al fondo de la composición es representado San José recogiendo dátiles de una palma. Junto a él, está el asno que trasladaba a la Sagrada Familia en su huida.
Esta obra, al narrar un pasaje de la vida de la Sagrada Familia, se suma a las pinturas anecdóticas de la Sala de Arte Latinoamericana. Expone una forma iconográfica que reproduce modelos europeos de pinturas y grabados llegados al Nuevo Mundo con enfática intención de reproducirse y convertirse doctrina evangelizadora. De igual manera, es la única obra altoperuana de tema mariano, cuya poética se aleja de las nuevas tipologías surgidas en la región andina.
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