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Escuela novohispana, San José y el Niño
Una de las imágenes más recurrentes en la pintura religiosa latinoamericana es la representación de san José y el Niño. De hecho, en la Sala de Arte Latinoamericano se muestran tres piezas de estas sagradas figuras.
El Concilio de Trento promulgó el culto a los santos como guía y ejemplo de vida cristiana, de la misma manera que exhortó a la difusión de sus representaciones más humanas y naturales, por lo cual se gestaron cambios en los modelos tradicionales hagiográficos.
En el caso particular de san José, esposo de la Virgen María y padre de Jesús, su culto y representatividad fue extenso. Su imagen varió de ser representado como un anciano de blanca barba, que acompañó a los diversos pasajes de la vida de María en el Medioevo, a un joven vigoroso portando las herramientas de carpintero, realizando labores relacionada con ese oficio terrenal. Podía aparecer, además, con la vara florida como símbolo de su elección divina y acompañado por el Niño, en los brazos o de pie.
El culto alcanzado por san José se debe a Santos predicadores del siglo XV, como Vicente Ferrer y Bernardino de Siena, y luego, gracias a la acción de santa Teresa quien le dedicó su primer convento en Ávila y lo nombró Patrono de los Carmelitas. De igual modo, san Francisco de Sales se refirió a él como el más grande de los Santos y el Papa Pío IX lo proclamó patrono de la iglesia universal.
En la obra San José y el Niño, el Santo está vestido con un traje azul grisáceo y un manto rojo. Tiene una imagen esbelta y maciza, el rostro levemente inclinado hacia la izquierda, la mirada hacia el espectador en actitud mística y lleva en sus manos el báculo florecido. Sostiene a Jesús, que mira de manera inquieta hacia su derecha. La escena es una mezcla de gran quietud, e intimismo por parte de José y de dinamismo y movimiento en los gestos del Niño.
La representación de Jesús despojado de vestidura es un elemento distintivo de esta obra dentro de colección, teniendo en cuenta lo escaso del desnudo en el arte latinoamericano. Las dos santas figuras son de tamaño natural. Se destacan la vivacidad y brillantez de los ojos, y la expresividad de sus facciones.
El color es tratado con evidente sobriedad tanto en el vestido azul oscuro y el manto rojo de san José como las tonalidades rosas de la piel del Niño. La luz incide por la izquierda, iluminando toda la composición, destacando ambas figuras enmarcadas en un fondo oscuro.
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