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José Medina (Puebla de los Ángeles, La adoración de los Reyes Magos
La adoración de los Reyes Magos, tuvo su origen evangélico en el relato de san Mateo con el nombre Visita de los magos, y las fuentes apócrifas, en cuatro evangelios de la Natividad con los títulos con que cada uno nombró la escena: el de Pseudo Mateo, “Visita de los magos”; el árabe de la infancia, “Llegada de los magos”; el armenio de la infancia, “De cómo los magos llegaron con presentes para adorar al Niño Jesús recién nacido”; y el Protoevangelio de Santiago, “Visita de los magos”.
Los nombres de los magos, Melchor, Gaspar y Baltasar aparecen por primera vez en el evangelio árabe de la infancia. Según la tradición son de origen etíope. Ninguna de las fuentes literarias tiene el nombre de la obra pictórica. El más parecido y descriptivo de la acción es el del Evangelio armenio de la infancia. El título La adoración de los Reyes Magos ha sido el codificado por la Historia del Arte para esta escena.
Existen elementos constantes y diferentes en los textos apócrifos y el evangelio de Mateo: el ángel que le anuncia el nacimiento a los magos o sacerdotes persas, la estrella que los guía hacia la Sagrada Familia, las ofrendas y adoración para el Niño Jesús, el cambio de camino de regreso advertidos por el ángel del deber de burlar a Herodes, y las diferencias se manifiestan en los tipos de ofrendas, el sitio donde se encontraba la Sagrada Familia, la cantidad de reyes magos, y la recreación en el encuentro y relación de los magos con Herodes.
Mt (2.9, 11)
11 Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra.4
La adoración de los Reyes Magos, pintada por José Medina que se muestra en la Sala, fue donada al Museo en el año 1913, fecha de la fundación de la institución, de manera que es una de las pioneras de la colección latinoamericana.
La Virgen, el Niño y san José se hallan del lado izquierdo de la composición, en los escalones de una edificación en ruinas. El tamaño de las figuras es desproporcionado en relación con las extensiones del cuadro. Sus imágenes adquieren dimensiones casi reales por el gran formato de la obra: hay una cierta incongruencia entre la proporción y la profundidad de algunas figuras, como por ejemplo las de san José y el rey Baltasar, colocadas al fondo, mayores que las otras siluetas ubicadas en el primer plano.
En la composición de formato horizontal se distinguen tres secciones: la que corresponde al séquito a la izquierda, la de los reyes magos y sus servidores al centro y la de la Sagrada Familia a la derecha. El cortejo está formado por dos pares de soldados, cada uno vestido con uniformes diferentes, indicando que pertenecen a distintos mandos, unos de pie con lanzas, espadas y cascos y otros postrados. Los reyes son diferenciados por sus ricos atuendos: trajes, capas, turbantes, coronas y obsequios. La Virgen sentada en un camastro con el niño, parado sobre sus rodillas. Ambos poseen el nimbo luminoso sobre su cabeza. Un joven, observa la escena parado detrás de una columna. El autor demuestra gran habilidad para resaltar los rasgos físicos de los modelos.
La representación de la escena es fastuosa, se destaca el suntuoso manto brocado de los reyes; el del anciano Melchor llena prácticamente el primer plano y el del joven blanco Gaspar tiene una riqueza semejante: lleva un vestido bordado en azul y oro y en los hombros una piel de armiño; Baltasar es representado como un hombre de raza negra y barba espesa, vestido con más sencillez. La ropa modesta de san José contrasta con la de los demás personajes, se distingue por su vestido azulado y el manto blanco junto al báculo florecido que sostiene en su mano izquierda.
En esta obra se aprecia un logrado equilibrio y armonía compositiva. El dibujo es cuidadoso en los detalles de los tejidos. Los colores predominantes gravitan entre el siena y el ocre. El fondo con restos de ruinas, resulta agradable y le otorga unidad y belleza al conjunto. El cielo es representado en diversas tonalidades de azules, grises y blancos, a lo que se suma una vegetación de arbustos y flores de diversos colores y las vistas parciales de unas columnas.
La obra tiene dos elementos curiosos y censurados por la ortodoxia de la Iglesia debido a que alteraban la iconografía tradicional: un gato negro, considerado profano, en la parte inferior de la escena y una hoja blanca ondulada en forma de pergamino, donde el autor estampó su firma. Dentro de esta sala del Museo, un aspecto distintivo de esta pieza es su gran formato (133 x 206 cm). El autor escogió un tema de amplio desarrollo anecdótico y lo realizó a través de un realismo fastuoso y de gran artificialidad decorativa.
4La Biblia Latinoamericana. Nuevo Testamento, p. 11.
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