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Juan Jorge Peoli y Mancebo, El Cometa
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Al morir J.J.Peoli, José Martí comentó desde las páginas de Patria sus mejores creaciones y dedicó estas líneas a la obra El Cometa: “…la enorme ciudad, a la luz azul del cometa misterioso, lleno de aire, sobre los hombros dormidos, de visiones de seno tentador y alevosa cabellera”. Con amoroso cuidado había observado el Apóstol la referida pieza, y recordaba la poesía especial de esa estela metafísica formada por desnudos cuerpos femeninos, transparentes y luminosos, que acompañan al Hada alada de la noche mientras guía la masa estelar en su trayectoria noctívaga.
El siglo XIX fue una centuria prolífica en este tipo de eventos naturales, y es seguro que varios de los más esplendentes y de más larga visibilidad en los cielos, fueran contemplados por el artista en sus años de formación y permanencia en Europa, como los eventos de 1843, 1858 y 1860. Aunque la pieza fue exhibida en el año 1986 al avistarse el Cometa Halley en su segunda aparición durante el siglo XX, no fue éste objeto astronómico el que desató la inspiración del artista, quien sólo había coincidido con el paso de ese famoso cometa siendo apenas un niño en la primera década de vida. La realización de la obra cuando ya el artista se había establecido de forma definitiva en Nueva York, con su identitaria torre de la Trinity Church dominando el perfil citadino, y las características de una trayectoria rasante en el firmamento lo identifican como el Gran Cometa de Septiembre de 1882, cuya impresionante brillantez superó a todos los fenómenos precedentes.
El Cometa se inscribe en una vertiente de la producción de Peoli, caracterizada por la melancolía que invade la percepción toda de las composiciones, parcas de color, donde el espíritu de la escena prevalece sobre el naturalismo del paisaje. Muy a tono este tema con el hálito romántico de la producción decimonónica; y sin dudas de una creatividad incentivada por la dicotomía entre el trasfondo científico del siglo que intervenía la naturaleza con las armas de los más recientes adelantos, y la mistificación que envuelve el paso de cada cometa que asome a los cielos nocturnos de la civilización humana. La prensa abordó el Gran Cometa haciendo énfasis en este contrapunto. El Mundo Ilustrado de Barcelona, comentaba entonces:
“Los cometas son, en los espacios celestes, como aquellos fantasmas que no hace muchos años aparecían en los pueblos amedrentando a la muchedumbre; asoman inopinadamente con trajes raros y formas algún tanto variadas, y desaparecen antes de que puedan ser habitados, ni conocidos siquiera; sin embargo, la ciencia adelanta y pronto llegará a desenmascararlos”
Quizás el Gran Cometa de Septiembre fuera de los últimos en ser contemplados sin interferencias, antes de que el alumbrado público de luminarias eléctricas opacara para siempre a los astrosde la noche. En este escenario, dos observadores otean el cielo desde las altas azoteas metropolitanas, concentrando los principios opuestos de la curiosidad humana ante los fenómenos naturales (representada en una figura masculina); mientras una figura femenina alada encarna la Fantasía, en gesto que desata todas sus quimerassobre esa cabellera brillante de la cola del cometa.
La pieza fue donada por la hija del artista María Peoli y Alonso, Vda de Maginn. Esta dama, fue una de las grandes benefactoras del Museo Nacional en los años más difíciles después de fundada la institución. Desde Nueva York llegó el cuadro, el 18 de marzo de 1914 en el vapor Havana, formando parte de un lote de obras que pasó a manos de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes el 7 de abril del propio año. El donativo, especialmente destinado a ser custodiado en la Patria querida del artista, incluía obras originales de J.J. Peoli y algunas pinturas de la famosa colección de arte que reuniera en sus viajes por Europa, con firmas atribuidas a Ribera, Poussin y Goya, entre otras.
El Cometa se ha expuesto en significativas ocasiones: en la Primera Exposición Retrospectiva celebrada en 1923 y organizada por la Asociación de Pintores y Escultores, cuando por primera vez una exhibición se centraba en historiar el arte nacional; ha intercambiado puesto en las salas permanentes con La Dama del Lago, otra de las notables creaciones de J.J. Peoli; y, por último, fue incluida en la muestra Grandes Obras Maestras del Museo Nacional de Cuba, con una exitosa itinerancia en España durante el año 2005.
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