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Michele Marieschi (Venecia, Escena veneciana I
Los caprichos abren una vertiente de profunda personalidad dentro del hacer paisajístico, especialmente del Setecientos veneciano, al comportar sus propias particularidades. Como una suerte de desprendimiento de las vedutas, los caprichos, si bien continúan auxiliándose de la cámara óptica, no se rinden ante los encuadres panorámicos, sino que establecen vistas bastante cerradas, haciendo hincapié en el espíritu de la invención. Significa que no les interesa ejercer una aproximación realista hacia las estructuras arquitectónicas que incorporan, ni tampoco responder a una visión naturalista del apretado entorno geográfico. Predominan en ellos, áreas de penumbra, patios misteriosos, interiores de prisiones o espacios que por su atmósfera nos recuerdan tal función. Son lugares invadidos por una naturaleza silenciosa, que parece surgir de los propios muros en ruinas. En este subgénero, la combinación de elementos es voluble, más interesada en la plasticidad de la imagen que en ser fidedigna la representación. Marieschi consiguió proponer una reelaboración del tema de las ruinas, haciendo evidente que muchas composiciones fueron creadas bajo un espíritu concomitante al del paisaje de ruinas, pero donde la inspiración tiende a lo emocional y la vinculación de los motivos que lo integran, resulta extraña e insólita.
En la Escena veneciana I el pintor nos presenta una composición ubicada en exteriores. Por lo general, cuando encontramos este tipo de capricho, parece que las piezas comportan una sensación de obra inacabada. Tal vez responda al hecho de ser creaciones donde trasciende la espontaneidad, el trazo ágil y un colorido algo difuminado, con predominio de la mancha sobre el dibujo preciso, el cual se encuentra subyacente, pero no aparece como recurso expresivo notable. Por su parte, las texturas de los edificios o de cualquier tipo de fábrica representada, suele ser muy intensa y movida, apreciándose esta cualidad tanto en el repertorio pictórico como en las estampas.
Totalmente inmersa en las claves compositivas del Marieschi, esta es una de las pocas piezas donde es posible interpretar ciertos rasgos de su peculiar técnica. En tal sentido, estudios recientes en otras colecciones han estado encaminados a develar el proceso de trabajo del maestro veneciano, y sobre obras como esta, se refiere que las figuras eran incluidas una vez que estaba concebido todo el entorno paisajístico. También se plantea que en la realización de sus piezas Marieschi establecía diferentes etapas donde alternaba su trabajo con el de algunos ayudantes, reservando para él los aspectos de mayor complejidad y aquellos que imprimían el toque personal. Un ejemplo de ese hacer, presente casi a manera de firma, se expresa en su técnica, por la forma en que modelaba libremente algunos contornos por intermedio de los dedos o precisaba algún que otro efecto con el cabo del pincel, todo lo cual requiere de gran dominio y de un proceder elegante y sutil. A través de la macchia –mancha-, incorporaba verismo y un toque dramático a sus obras.
Escena veneciana I, al igual que Escena veneciana II, comparten similar itinerario de procedencia, pues se encuentran documentadas en la colección del Barón Cassel, en Bruselas, pasando a Julio Lobo una vez que este las adquiriera en Parke Bernet Galleries el 26 de septiembre de 1953. No obstante, las coincidencias en autoría, medidas, subgénero y procedencia, no las convierte necesariamente en pendant.
En suelo cubano, inician su trayectoria bajo las titulaciones Escena veneciana I (Marina), y Escena veneciana II (Interior), con atribución a Jacopo Marieschi –siendo posteriormente re-adjudicadas a Michele-. El itinerario expositivo nacional comienza en el año 1958 cuando Lobo cede 30 obras de su patrimonio hasta entonces acunadas en su residencia, para estructurar la muestra Exposición de la Colección Julio Lobo, organizada por el Patronato de Bellas Artes y Museos Nacionales, en el verano de 1958. Es destacable el hecho de que todas las piezas incluidas en dicha muestra se exhibían por primera vez en Cuba.
Ambas obras ingresaron al patrimonio institucional, el 12 de diciembre de 1960, como transferencia ejercida por el Estado a través del proceso de Recuperación de Valores. Desde entonces, todos los catálogos de salas permanentes, las recogen como parte del montaje en vigor.
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