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Viviano Codazzi (Valsassina, Arquitectura con figuras
Viviano Codazzi nace en Valsassina, Bérgamo, en 1603. Se encuentra documentado en Nápoles desde 1634 y hasta 1647, junto a pintores como Domenico Gargiullo, llamado Micco Spadaro (Nápoles, 1609/10 - ca. 1675). Más tarde, en Roma, se le relaciona con otros artistas como Filippo Lauri (Roma, 1623-1694), valorado por sus habilidades en la pintura de figuras. La crítica sitúa a Codazzi entre los abundantes seguidores de Pieter van Laer (Haarlem, h.1592-1642), llamado Bamboccio, creador alemán radicado en Roma, eje del reconocido grupo conocido como los Bamboccianti (1625-1700). Establecido en la Urbe bajo la influencia de Caravaggio y de la primera generación de sus seguidores, los integrantes de este colectivo procedían fundamentalmente del norte de Europa, junto a algunos italianos, como Michelangelo Cerquozzi (1602-1660). La compleja y rica urdimbre epocal, incluyó, entre otros, al gremio de pintores holandeses Schilderbent, al cual perteneció Hendrick Van Somer (?, 1615 – Nápoles, 1684/1685), importante realizador de pinturas religiosas y escenas de género con motivos paisajísticos, quien fuera testigo de bodas de Codazzi. Con apenas algunas referencias, antes expresadas, queda establecido el enérgico y propositivo carácter de la escena artística en que se desenvolvió este creador de origen bergamasco.
Viviano Codazzi se especializó, dentro de las vedutas arquitectónicas de corte realista, en aquellas que exigen una fuerte formación como pintor quadraturista, tendencia probablemente respaldada por la influencia ejercida por Agostino Tassi (Perugia, 1566 – Roma, 1773), quien en sus numerosos frescos había asentado esta práctica.
Codazzi consigue armonizar la tradición pictórica, y en particular, la paisajística, de diversas escuelas regionales italianas; a saber, la bergamasca, la napolitana y la romana, desarrollando un estilo personal en base a elementos iconográficos que resuelve con extrema comodidad. A través de su producción, lo mismo al ejecutar encuadres al aire libre, que en las vistas de interiores, reafirmó su excelencia dentro del subgénero conocido como ‘arquitectura de perspectivas’. Afincó una manera personal de reflejar la edilicia napolitana y romana, llegando a establecer la semblanza de la llamada veduta romana, caracterizada por el realismo, el dibujo riguroso, –en el que resulta evidente el uso de diversos instrumentos de medición en los perfiles trazados con exactitud–, sin olvidar el planteamiento esmerado de luces y sombras, que asienta y verifica el resultado pictórico.
A lo anterior habría que añadir que participa, asimismo, del gusto en activo, al inscribirse dentro de la línea de consejos de teóricos y tratadistas del momento, cuando recomendaban a mecenas y comitentes la solicitud de obras donde coexistieran armónicamente elementos distintivos de diferentes escuelas y géneros pictóricos. En particular, la pieza de Codazzi se inserta en esta dinámica, en la medida en que tributa al ‘neovenecianismo’ a través del vigoroso cromatismo de marrones y ocres inconfundibles con que se construye la composición. Así también, en la medida en que incorpora de manera realista esas fastuosas dimensiones reconocibles en la arquitectura romana, cuya traducción pictórica se encuentra trabajada con el deseo de exaltar sinceramente, y sin innecesarias grandilocuencias, su auténtico linaje.
Si bien Codazzi también funciona a partir del valor del fragmento, insertando algunos vestigios de construcciones pretéritas, en su obra encuentra mayor presencia la arquitectura en activo, con toda suerte de palacios. No obstante, anticipa las claves de los pintores dieciochescos entregados a reflejar el patrimonio edilicio que, en ciudades como Roma, constituyen aún hoy la más vívida expresión del poder económico de aquellas sociedades que las erigieron, tanto como, expresión de la pervivencia del clasicismo a lo largo de la historia de la arquitectura. Y entre los diversos recursos formales sobre los cuales pudiera trabajar, se entrega a desbrozar la perspectiva desde cuantos ángulos sea posible, insertándose en la dinámica de las comitencias, que sobre todo, durante la primera mitad del siglo XVII, se inclinaba por las vistas en perspectivas de las ciudades.
El Museo Nacional de Bellas Artes colecciona y expone en la Sala Permanente de Arte Italiano, la obra de la autoría de Viviano Codazzi, “Arquitectura con figuras”. La pintura forma parte de la pinacoteca institucional desde el 26 de septiembre de 1969, cuando ingresa en tanto anónimo de procedencia desconocida. Originalmente fue recibida como dos obras, consideradas ‘pendant'. En la primera mitad de la década de 1970 se determina su condición de mitades, las que recuperaron su unicidad al constatarse que eran partes de un mismo ejemplar. La pieza entonces fue re-entelada y montada en un nuevo bastidor de cedro; además de retirársele barnices oxidados y repintes incongruentes. Como resultado del estudio que se le dedicara años más tarde se determinó un cambio de atribución a favor de Viviano Codazzi, contribuyendo a la representatividad autoral del despliegue permanente Seicentista.
En “Arquitectura con figuras”, las columnas son concebidas a partir de un dibujo limpio y certero; su esbeltez se apuntala en impresionantes primeros planos donde las menudas figuras humanas establecen, por contraste, la grandeza arquitectónica. También la disposición de las áreas iluminadas hasta alcanzar la penumbra constituyen los pilares de la composición, estableciendo la atmósfera y el espíritu de una escena dominada por el exquisito manejo de la geometría y de los diversos planos en que se suceden similares motivos edilicios.
Viviano Codazzi fallece en Roma, el 5 de noviembre de 1672. Su hijo Niccolò (1642-1693), también se dedicaría a la pintura de arquitecturas.
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