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ANTONIA EIRIZ: miembro Honoris Causa del Grupo Los Once.

Título: 
ANTONIA EIRIZ: miembro Honoris Causa del Grupo Los Once.
Fecha: 
2022

La muestra temporal Antonia Eiriz: el desgarramiento de la sinceridad -exhibida actualmente en la sala del tercer nivel del edificio Arte Cubano- ofrece al espectador una excepcional oportunidad para redimensionar a una de las artistas más importantes del ámbito cultural de los sesenta. En medio del complejo entramado visual del decenio Antonia contrasta por su estética de raigambre expresionista, una obra plagada de dramatismo y violenta carga existencial que escudriña sin rodeos en la realidad; distante de otras expresiones edulcoradas de la nueva circunstancia política.

Durante los cincuenta Antonia se relacionó con jóvenes artistas de su generación que mostraban predilección por el lenguaje no figurativo, entre ellos algunos de los miembros fundamentales de Los Once. En una época dominada por el expresionismo abstracto se respiraban también aires de solidaridad y sostenida comunicación entre pintores, escultores, arquitectos y poetas, en comunión de intereses. La proximidad de Eiriz con Antonio Vidal, Guido Llinás y Hugo Consuegra, devino en su participación en dos exhibiciones de gran relevancia que tuvieron lugar en el primer trienio de los sesenta, una vez sucedida la derivación del grupo a la cifra de cinco.[1]

Podría concertarse 1952 -un año después de matricular en la Academia de San Alejandro- el punto inicial de tal implicación. En los meses de mayo y junio se efectuó en el Salón Permanente de Dibujo y Escultura de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) la exposición 28 Dibujos y Gouaches, en la que se encuentran, por primera vez, Antonia Eiriz, Guido Llinás, Fayad Jamís, así como Antonio y Manolo Vidal. En su trayectoria se indica esta como su primera participación en una muestra colectiva, coincidentemente lo es también para los hermanos Vidal, circunstancia que desata estrechos vínculos de identidad generacional, amén de los senderos que se tomen con posterioridad.

Al pintor abstracto Hugo Consuegra lo conoce a través de Guido Llinás, el 21 de mayo de 1953, en la inauguración de su primera muestra personal en el Lyceum de La Habana. En sus memorias el pintor alude de manera especial el encuentro: “Yo la conocía de oídas, pues Antonia desde esa temprana edad era una leyenda de su propio tiempo”.[2] La amistad entre ambos se fortalecería con el transcurso de los años, al punto de ser este uno de sus más cercanos y entrañables amigos hasta su fallecimiento en Miami en el mes de marzo de 1995. Entre ellos mediaron siempre sentimientos de mutuo respeto y reconocimiento, pese a las distinciones notables entre la obra defendida por cada creador.

Fue precisamente Consuegra quien escribió las palabras al catálogo de dos exposiciones personales importantes en la vida de Antonia. Con motivo de Pintura/Ensamblajes, (Galería de La Habana, 1964), notaba:

Antonia pinta para condenar; si ahonda en el dolor, si trabaja con la miseria, si nos arroja a la cara la ridiculez, la vanidad y la crueldad, es porque no se resigna a que el hombre haya de ser ridículo, vanidoso y cruel. Su pintura no es arte de negación sino de compasión.[3]

Veintinueve años más tardes, a propósito de su primera muestra individual en Estados Unidos, significaba:

(…) si la pintura de Antonia en el año 1964 era un producto de su voluntad, un acto de libre albedrío, ahora en esta pintura de 1993 existen voces que se expresan usando a Antonia como médium. (…) Antonia se ha convertido en la Sibila de Cuba. Ha de expresar este destino por arriba de todo límite personal”.[4]

Sus valoraciones revelan la deferencia del pintor ante la colosal y contundente obra de Eiriz.

Antonia Eiriz, movida por sentimientos de confraternidad, participó en dos muestras de suma relevancia llegada la década del sesenta; aquellas, que a juicio de Pedro de Oraá “(…) Alcanzarían, por el memorable nivel de calidad en ambas, categoría de emblemáticas; como si el grupo -o lo que restaba-, diera lo mejor de sí antes de recesar”.[5] En 1961 acudió a Ocho pintores y escultores,[6] con seis tintas de mediano formato -ejecutadas en ese año-, aunándose a artistas no figurativos. A Expresionismo abstracto 1963,[7] aportó diez tintas de gran formato y expuso junto a Hugo Consuegra, Guido Llinás, Raúl Martínez, Tomás Oliva y Antonio Vidal (miembros históricos de Los Once), Juan Tapia Ruano (pintor matérico, que sin pertenecer al colectivo mantuvo un estrecho vínculo con sus miembros) y el fotógrafo Mario García Goya (Mayito). Esta última muestra, en particular, daba por concluido el protagonismo de las tendencias no figurativas en el panorama artístico cubano, cierre que vivieron con nostalgia sus protagonistas al tener plena conciencia del hecho. La presencia de la imponente personalidad de Antonia constituía un signo de triunfo final, un gesto de respaldo y solidaridad hasta las últimas consecuencias.

Al resumir Consuegra la relación de la artista con Los Once la sitúa entre los miembros honoris causa, en tanto “significaron más al desarrollo de nuestra ideología que otros miembros activos”. Antonia no adoptó nunca el abstraccionismo como medio de expresión, pues a sus ansias de liberación creativa resultaron propicios otros códigos de comunicación. Al transitar su propio camino, sostuvo vínculos determinantes con los actores del grupo y su contribución se desplazó al terreno de lo espiritual. En los reiterados encuentros de Antonia y sus allegados en Juanelo, imperaba la empatía, la confraternidad y la inevitable retroalimentación intelectual, resultado de compartir una misma coyuntura generacional. Más allá de una afinidad estética los unió el interés por un arte formalmente consciente, previsor y existencial.

 

[1] Los cinco artistas que se mantuvieron cohesionados luego de la disolución formal de Los Once fueron Hugo Consuegra, Guido Llinás, Raúl Martínez, Tomás Oliva y Antonio Vidal. 

[2] Hugo Consuegra. Elapso Tempore. Ediciones Universal, Miami, Florida, 2001, p. 107.

[3] Palabras al catálogo de la exposición Pintura/Ensamblajes, Galería de La Habana, enero 22- febrero 23 de 1964.

[4] Tomado de Hugo Consuegra. Elapso Tempore. Ediciones Universal, Miami, Florida, 2001, p. 160.

[5]Pedro de Oraá, “Trayecto de los Once”, La Gaceta de Cuba, año 34, número 4, julio-agosto de 1986, p. 25, (nota 12)

[6]Esta exposición se efectuó en el Palacio de Bellas Artes, del 19 de diciembre de 1961 al 3 de enero de 1962. Participaron Hugo Consuegra, Guido Llinás, Raúl Martínez, Tomás Oliva, José Antonio Díaz Peláez, Juan Tapia Ruano y Antonio Vidal.

[7] Esta exhibición tuvo lugar en la Galería de La Habana, línea y F, Vedado, del 11 enero al 3 de febrero de 1963.

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