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Carmen Herrera: una presencia insuficiente en el patrimonio cultural cubano

Título: 
Carmen Herrera: una presencia insuficiente en el patrimonio cultural cubano
Fecha: 
2021

Carmen Herrera Nieto (La Habana, 1915) sustenta una obra de sólidos planteamientos estéticos desarrollados a lo largo de seis décadas de trabajo ininterrumpido. La centenaria artista, residente en Nueva York desde 1954, es internacionalmente reconocida por el despliegue de un universo de relaciones formales que tienen el color y la línea como substancias fundamentales. Su abstracción geométrica minimalista propone composiciones de un riguroso orden visual, enraizado en su expreso interés por la arquitectura. 
La mayor parte de su trayectoria artística transcurrió fuera de Cuba por su temprano asentamiento en París y luego en Nueva York. Su actuación en el circuito expositivo habanero se circunscribe casi exclusivamente a la década del treinta, con excepción de la muestra personal de pinturas desplegada en el Lyceum de La Habana en 1950 y su aparición en el V Salón Nacional de Pintura, Escultura y Grabado en el año 1951.
En una primera etapa Carmen Herrera mostraba predilección por el arte tridimensional. A la Exposición de auto-retratos, Círculo de Bellas Artes (1933), el XVIII Salón de Bellas Artes (1936) y la II Exposición Nacional de Pintura y Escultura, Castillo de la Real Fuerza (1938), asistió con piezas escultóricas figurativas en yeso y madera, obras de paradero desconocido de las que perduran escasas referencias gráficas. 
El Museo Nacional de Bellas Artes atesora en su colección una escultura perteneciente a este segmento de su producción. La talla en madera titulada Cristo (ca. 1936), es usualmente referida en los estudios académicos sobre la artista por constituir la única pieza de connotación política que ejecutara a lo largo de su carrera. La figura central está conformada a partir de volúmenes alargados y sinuosos que develan el semblante de un Cristo angustiado, doliente, que deja caer una lágrima por su mejilla derecha. La obra emitía un mensaje francamente reivindicador del pueblo judío ante la propagación del nazismo al ubicarse originalmente en el centro de un panel que consignaba una esvástica. Múltiples referencias señalan que la idea estuvo motivada por la experiencia personal de intelectuales exiliados en Cuba al desencadenarse la Guerra Civil Española, con quien Herrera tuvo contacto en el Lyceum de La Habana. 
Cristo representó a la artista en la Primera Exposición de Pintura y Escultura al Aire Libre en el Parque Albear de La Habana (febrero – marzo, 1937) y más tarde en la Primera Exposición de Arte Moderno. Pintura y Escultura en los Salones del Centro de Dependientes (marzo – abril, 1937); esta última la reprodujo en su catálogo permitiéndonos conocer el aspecto original de la pieza. Su adquisición por parte del Museo tuvo lugar en el año 1989 careciendo del tablero sobre el que se ubicaba, elemento sobre el que indudablemente recae la carga emocional de la obra. Su compra respondió a la necesidad de otorgarle representatividad a la artista en nuestra colección y el explícito interés de engrosar los fondos de escultura. La pieza resulta valiosa en tanto logra significar un segmento temprano de su producción, distante del estilo que consolidó con posterioridad, por el que resulta altamente valorada en la actualidad.
La singularidad del lenguaje pictórico que hoy ostenta Carmen Herrera encontró su raíz en el contacto con artistas abstractos miembros del Salón des Realités Nouvelles, con quienes compartió varias exposiciones durante su estancia en París en el periodo de postguerra. Al arribar a Nueva York a mediados de los cincuenta, sus intereses estaban afirmados ya en la abstracción geométrica, línea que desarrolló con amplitud en los años venideros pese a los obstáculos que le impuso el ámbito artístico neoyorkino, en ese momento signado por el expresionismo abstracto. Pese a la hostilidad de su medio, el desplazamiento por parte de la crítica y el mercado, y la ejecución de muestras esporádicas, Carmen sostuvo una obra que no se permitió concesiones y se adentró cada vez más en sus indagaciones racionalizadoras.
Las serigrafías Rojo y negro (1993) y Verde y negro (1995) constatan el sello inconfundible de la artista, un estilo en el que los elementos pictóricos se reducen a su mínima expresión disponiéndose de la manera más pura y esencial posible. Sus soluciones se basan en un juego de contraposición cromática de riguroso equilibrio compositivo, una geometría elemental protagonizada por la línea recta o la línea quebrada, que resultan en formulaciones vigorosas y poéticas. Estas obras integran el tesauro institucional del Museo Nacional de Bellas Artes desde el año 2010, su donación significó un valioso aporte a nuestras colecciones por la connotación actual de la artista. 
En el 2004, a los 89 años de edad, Carmen Herrera Nieto fue catalogada por los medios internacionales “el descubrimiento de la década”. Su obra, sólida y prolífica, obtuvo finalmente la atención merecida siendo colocada en el escaño que le corresponde como pionera de la Abstracción geométrica y el modernismo latinoamericano. A partir de entonces su obra se ha revalorizado y resignificado, desencadenando estudios académicos de rigor que la ponen en el centro de la mira. A sus 106 años, sus piezas figuran en colecciones de importantes instituciones como el Museo de Arte Moderno de Nueva York, la Tate Modern de Londres y el Museo Hirshhorn de Washington. Para el Museo Nacional de Bellas Artes continúa siendo una deuda pendiente, su presencia en nuestra colección resulta limitada e insuficiente si atendemos a la dimensión de su discurso, a toda una vida signada por la abstracción, que bien merece ser estudiada y socializada.
 

Carmen Herrera (La Habana, 1915)
Verde y negro, 1995.
serigrafía/cartulina
886 x 683 mm (imagen) 
1082 x 835 mm (soporte)
Edición: 36/65
Firmada en el extremo exterior derecho: Carmen Herrera 95.

Carmen Herrera (La Habana, 1915) 
Rojo y negro, 1993.
Serigrafía/cartulina 
406 x 330 mm (imagen)
560 x 483 mm (soporte)
Edición: 74/200
Firmada en el extremo inferior derecho: Carmen Herrera 93. 

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Imagenes: 
Carmen Herrera (La Habana, 1915) Verde y negro, 1995. serigrafía/cartulina 886 x 683 mm (imagen)  1082 x 835 mm (soporte) Edición: 36/65 Firmada en el extremo exterior derecho: Carmen Herrera 95.
Carmen Herrera: una presencia insuficiente en el patrimonio cultural cubano
Carmen Herrera (La Habana, 1915)  Rojo y negro, 1993. Serigrafía/cartulina  406 x 330 mm (imagen) 560 x 483 mm (soporte) Edición: 74/200 Firmada en el extremo inferior derecho: Carmen Herrera 93.