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La Virgen y el Niño con Santa Lucía y Santa Catalina

Título: 
La Virgen y el Niño con Santa Lucía y Santa Catalina
Fecha: 
2021

Escuela sienesa (siglos XIV-XV). Atribuido
La Virgen y el Niño con Santa Lucía y Santa Catalina
Temple/madera; 19,8 x 28,1 cm
Inv.: 04-76

La exportación de las tradiciones seculares en la pintura de iconos fue trascendental en la expansión de un canon que en diferentes regiones de Italia, como la Toscana, albergaron talleres ocupados en la producción de obras mobiliares, pintadas al temple sobre tabla. En estas bottegue se daba empleo a especialistas en el trabajo de carpintería, pintura y dorado, cuya anónima labor era controlada y muchas veces concluida por el maestro, encargado de asumir los detalles más delicados u ofrecer el sello distintivo.
La representación de la Virgen fue predominante, especialmente en las imágenes votivas de pequeñas dimensiones. El itinerario pictórico consistía, a grandes rasgos, en la imprimación adecuada del soporte donde se desplegaban ropajes y posibles escenas arquitectónicas y/o paisajísticas, las cuales eran abordadas, antes que las carnaciones. Comenzaban por los tonos más fuertes dejando definidos los contornos de las figuras a partir de gruesas líneas negras. Por último, aplicaban el rojo de las mejillas y los labios delineando con gran maestría las pupilas y las cejas gracias al empleo del color negro y el caput mortuum. El barniz final solía llevar una coloración tenue que armonizaba el acabado a manera de veladura.

Respondiendo a esta estética, es La Virgen y el Niño con Santa Lucía y Santa Catalina, obra de evidente jerarquización iconográfica. El semblante de la madonna aparece desprovisto de vigor y emoción, permaneciendo aún lejos de un interés humanista. Es una pieza de hondo tradicionalismo estilístico, donde el fondo dorado carente de contextualización exalta la devoción hacia las dos santas vírgenes que flanquean la escena. Ambas portan a cada diestra, la palma, símbolo de la victoria sobre la muerte y expresión de su fe imperecedera. Sus atributos respectivos, los “ojitos” y la rueda dentada, incorporan secuencias claves de sus conocidas leyendas. Apreciable en la figura de Santa Lucía es la delicadeza miniaturista de su tocado, mientras que en Santa Catalina resaltan su cabello suelto exquisitamente peinado y su luminosa corona. La acentuada intencionalidad con que se presentan los ropajes hace uso de una clave de colores acotados desde el simbolismo. Mantos y vestidos son rematados con finísimas líneas a manera de filigrana, que recuerdan, trasuntadas, las intenciones decorativas que imprimía Gentile da Fabriano, cuando simulaba trazos caligráficos árabes.
Belleza y sabiduría distinguieron las vidas de estas santas vírgenes, tanto como a esta iconografía, donde la monumentalidad de la figura mariana con el niño Jesús tiernamente acogido, es centro principal de veneración. Ella es la “mujer vestida de sol”, expresión de su cercanía a Cristo.

MSc. Niurka Fanego Alfonso, Curadora de la Colección de Arte Italiano.

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Escuela sienesa (siglos XIV-XV). Atribuido La Virgen y el Niño con Santa Lucía y Santa Catalina Temple/madera; 19,8 x 28,1 cm Inv.: 04-76