Usted está aquí

Raúl Milián: silencio y nocturnidad

Título: 
Raúl Milián: silencio y nocturnidad

En el mes de abril quedan signados el principio y el fin de la vida de una de las más polémicas e indescifrables personalidades con que cuenta la historia del arte nacional. A la obra de Raúl Milián Pons (La Habana, 14 de abril de 1914 - 16 de abril de 1984) se le debe aún mucha justicia. El aura intimista, de turbulencia existencial, que emana de sus rostros, figuras, flores, horizontes y abstracciones, lo convierten en un artista sui generis, un pensador profundo, capaz de envolvernos en su enigmático universo.
Sus primeras obras datan de principios de los cincuenta, década en la que cosechó un pronto reconocimiento al participar en la XXVI Bienal de Venecia (1952) y la III Bienal de Sao Paulo (1955), escenario en el que obtuvo medalla de honor por el mejor conjunto de piezas de la comitiva cubana. En este marco temporal, figuró además en relevantes muestras nacionales, entre las más descollantes el Primer Festival Universitario de Arte (Universidad de La Habana, 1954) y la exposición Homenaje a Guy Pérez Cisneros (Lyceum de La Habana, 1956). 
Su calidad de artista autodidacta, interesado en los estudios filosóficos podría darnos una clave de su mundo meditativo, de atmósfera trágica e irreal. Los núcleos temáticos exclusivos de su producción, como generalidad, fueron solucionados en tintas de tonos opacos y agrisados, de pequeño formato, desestimando el óleo como soporte. La particular sugerencia de profundidad latente en sus piezas se sustentó en la implementación de novedosas técnicas con papeles secantes. Su lenguaje transitó por una abstracción deudora de los recursos del tachismo hacia un estilo más expresionista en los rostros y figuras concebidos en el segundo lustro de los cincuenta, ámbito en el que se reconocen sus principales contribuciones a la estética de su época. 
Nuestro homenaje a este creador inmenso y a su obra conmovedora y atemporal, esa que convocara a la sensibilidad de nuestro Alejo Carpentier en 1966: 
(…) En sus composiciones nos asombra con la riqueza, la multiplicidad, las escalas de distancia de lo mostrado. Por la ventana abierta –inmutable en sus proporciones– que se nos ofrece, contemplamos una flora, una geología, una vida ora estática, ora pululante, que se extiende hasta el infinito, disponiendo de sus propios horizontes, de sus perspectivas, de sus valores de silencio o de nocturnidad.

 

Share
Raúl Milián: silencio y nocturnidad