Usted está aquí

Retrato de un caballero

Título: 
Retrato de un caballero
Fecha: 
2021

Jacopo Comin, llamado Tintoretto (Venecia, 29 de septiembre de 1518 – 31 de mayo de 1594). Atribuido

Retrato de un caballero

Óleo/tela;  103,5 x 81,8 cm

Inv.: 92-278

Todo retrato por encargo crea una expectativa: la de conocer en qué medida se ha logrado una estabilidad entre la visión que el retratado tiene sobre sí mismo y que pretende hacer perdurar, y la función que el artista considera que su obra debe cumplir. Cuánto se pone o no al servicio de este imperativo, nos inserta en el atractivo y controvertido mundo interior del creador y su época.

Cuando estudiamos al Tintoretto -alias con el que le identificaban desde su infancia, toda vez que fue hijo de un tintorero-, también conocido como Jacopo Robusti -apodo alusivo a la decidida participación de su padre en la defensa de las puertas de Padua-, impresiona que siempre se distinguiera por la certeza de su objetivo en la vida. Comienza a pintar usando los materiales propios del oficio paterno, y empleó como soporte los propios muros de la tintorería. Gracias a su padre, al parecer siempre presto a procurarle lo mejor, consiguió entrar en el taller de Tiziano. Quien fuese su único maestro, llegó rápidamente al convencimiento de que el pertinaz discípulo era, justamente, su más cercano y temerario rival. Marcado por tan evidentes diferencias, Tintoretto se estableció de manera independiente y pintó sin interrupciones, llenando telas y muros de interiores y exteriores, a veces retribuido solamente por la posibilidad de expresarse sobre dimensiones únicamente ofrecidas por una gran fachada. De hecho, al retratar, no solo daba continuidad a una tradición pictórica, también respondía a sus urgencias espirituales pues cada encargo le permitía ponerse una vez más al servicio de la Pintura. Y es justamente aquí donde se halla la veraz correlación de intereses entre el comitente y el pintor, a partir de la devoción hacia el hecho pictórico.

Apoyado económicamente durante muchos años por la renta que le destinaba la Cofradía de San Roque, vivió en un momento de grandes divergencias entre la Escuela veneciana y la florentina, cada una reclamando lo que en pintura consideraban primordial. Tal disputa quedó resuelta a través de la fórmula decantada por Tintoretto: el dibujo de Miguel  Ángel y el colorido de Tiziano. En 1566 fue aceptado como miembro de la Academia de Florencia y se considera iniciador del  Manierismo en la pintura veneciana.

Acostumbrado a trabajar de noche, buscando los efectos de la luz artificial, y habiendo realizado numerosos estudios de anatomía, Tintoretto supo perfectamente cómo lograr que su retratado emerja del fondo oscuro, plano en el que solía dejar, como telón de fondo, la imprimación coloreada del lienzo.

Retrato de un caballero, obra atribuida a Jacopo Robusti, parece haber sido el resultado de aquellas labores nocturnas que hicieran comentar a sus contemporáneos: “Si esto hace el Tintoretto con poca luz ¿qué será al sol?”. Pero no es en absoluto una obra de penumbras, la luz cae a conciencia sobre el retratado dejándonos apreciar toda su elegancia y porte. Centrada toda la atención en la figura masculina, nos evidencia su jerarquía a través de la armadura perfectamente dibujada, probablemente de cuero, diríamos a manera de traje de gala, y de la cual sobresalen una pequeña golilla y unas puntas como remate de la manga de la camisa, típicos ejemplos de las labores de ricami. La figura ubicada en un primer plano responde a la estética del Alto Renacimiento de cuyo espíritu humanista se llena la expresión del retratado; sostiene una mirada directa y serena a la vez que expresa la dignidad y el carácter maduro del personaje.

Este retrato, imponente y delicado, no es solo la representación del modelo masculino, consigue también ser la de su mundo. Imagen del hombre que, a través de su anillo –símbolo universal de la eternidad–, de su espada enfundada –apenas apuntada su presencia pero ciertamente no excluida–, y de su armadura –propia de todo caballero–, pretende revestirnos de su fe cristiana, protegiéndonos del Mal. Elementos todos que perduran a través de su valor simbólico hablándonos de este apuesto varón aun cuando ya no esté entre los vivos.

Share
Retrato de un caballero Óleo/tela;  103,5 x 81,8 cm Inv.: 92-278