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Sala Otras perspectivas del arte moderno
Sala Otras perspectivas del arte moderno
En términos artísticos la pintura correspondiente a esta década transcurre casi totalmente bajo el signo de la abstracción. Las influencias procedentes de París y Nueva York se hacen sentir con fuerza en el contexto cultural nacional, incidiendo en la promoción de un arte decididamente cosmopolita. Tanto el expresionismo abstracto norteamericano como las nuevas corrientes del concretismo desarrolladas por la llamada Vanguardia de París, llegan con inusual rapidez a Cuba. El denominado arte concreto centra su atención en la utilización de las formas geométricas. Entre los representantes de esta tendencia se encuentran Loló Soldevilla, Pedro de Oraá, Salvador Corratgé, Luis Martínez Pedro, y Sandu Darie quienes conformaron entre 1959 y 1961 el conocido grupo Diez Pintores Concretos Cubanos. Especial énfasis merece la personalidad de Darie por los innumerables aportes que hiciera al desarrollo de la plástica cubana. Por lo contemporáneo de su producción artística se le reconoce como el pionero de la corriente cinética en Cuba. De igual forma aparecen otras figuras cuyas obras ofrecen matices diferentes al arte del período. Es entonces cuando visualizamos una etapa en la pintura de Servando Cabrera Moreno que deja ver la influencia de Picasso, Matisse y Leger así como también su pasión por el arte popular y los elementos de la arquitectura colonial cubana. Por otra parte, los cuadros figurativos de Adigio Benítez representan las clases sociales más pobres y marginadas del país. En tanto, González Puig evoluciona hacia lo que se considera el eje principal de su creación: las series de Islas y Ciudades, en las cuales el artista lleva a cabo un proceso íntimo de reconsideración de la geografía y el paisaje cubanos. Espacios destacados dentro de la creación plástica del decenio merecen Raúl Milián y Eduardo Abela. En un inicio las personalísimas tintas de Milián se movían dentro una concepción abstracto-expresionista, pero hacia 1955 incursiona en una figuración cuyos seres representados traducen una profunda angustia existencial. Tras una larga etapa de relativa inactividad pictórica en los años cuarenta, la realidad se reinstala poco a poco en la pintura de Abela creando toda una mitología en la que se entremezclan aves, niños, bestias y flores, en un ambiente de fábula o cuento infantil. Nuestros escultores se sumaron también a este intento por insertar el arte de la Isla dentro de las corrientes artísticas más avanzadas del momento. La aparición del hierro junto a los materiales ya tradicionalmente utilizados otorga al arte escultórico de los cincuenta indiscutibles signos de modernidad. La dualidad entre figuración y abstracción se constata en figuras redondeadas, resueltamente compactas que guardan respeto por las formas clásicas -como es el caso de Rodulfo Tardo- y composiciones estilizadas, donde predomina la línea con un sentido de ascensión o verticalidad, siendo un buen ejemplo Domingo Ravenet. Otras dos manifestaciones artísticas ocupan un lugar primordial a la hora de hacer una caracterización general del período: el dibujo y el grabado. Dentro de la primera podemos mencionar a Manuel Vidal cuyas obras, con un acentuado toque expresionista, se adelantan en una década a la corriente grotesco-expresiva que se desarrollará con fuerza durante los años sesenta. Hacia 1954 y ante la posibilidad de un encasillamiento dentro de la tendencia abstracta, Cabrera Moreno realiza unos dibujos al carbón, los cuales sobresalen por la sugerente expresividad de los seres representados, inmersos en un pleno lenguaje figurativo. El grabado vive un proceso de revalorización a fines de los cuarenta. Carmelo González, figura rectora de este movimiento de resurrección, funda en diciembre de 1949 la Asociación de Grabadores de Cuba. La escasez de prensas litográficas y otros medios de impresión determinó que la xilografía ocupara un sitio de “preferencia obligada” entre nuestros grabadores. Armando Posse, Luis Peñalver, Jorge Rigol, Ana Rosa Gutiérrez, Eugenio Rodríguez, Lesbia Vent Dumois, Carlos Díaz Gámez, entre otros, acompañaron a Carmelo en este noble empeño por devolverle al grabado su indiscutible valor estético. Resulta interesante destacar cómo desde el punto de vista estilístico, el grabado se aferra a lo figurativo, a pesar de la tremenda fuerza que había ganado la abstracción en nuestras expresiones artísticas.