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Arístides Fernández, La familia se retrata
La familia se retrata –de cuya comparación con algunas obras contemporáneas del mismo tema se derivan interesantes reflexiones críticas– muestra al pintor en toda su intensidad. La obra es, de manera tangencial, uno de los más amargos comentarios sociales del primer modernismo cubano, pero es mucho más en su patética sencillez. Una familia campesina posa en la intemperie para un fotógrafo ambulante. Se han puesto sus mejores ropas y se adornan con un lazo y una pucha de flores. Al fondo, el paisaje de todos los días: una naturaleza indigente, tierra desnuda, yerbas secas, animales miserables. Una visión descarnada del campo cubano, ajena al tópico del esplendor tropical. Una áspera armonía de tierras y morados refuerza la dramática visión del artista. Los personajes han sido tratados con la mayor torpeza, como lo haría un pintor popular. Pero el propósito no ha sido la búsqueda de la gracia o la ingenuidad. Son figuras grotescas que, en su desvalimiento, han sido tocadas por la mirada compasiva del pintor. (R.V.D.)
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