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Carlos Enríquez, Virgen del Cobre, 1932
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En Europa, oscilando entre Francia y España, Carlos Enríquez alcanza su primer momento de madurez y pinta algunas de sus obras capitales, en las coordenadas del surrealismo y el expresionismo. Virgen del Cobre es una de las piezas más interesantes del conjunto porque, a partir de una poética muy personal, subvierte la iconografía manida del afrocubanismo. Este óleo pone a dialogar la imagen tradicional del catolicismo con su equivalente en la santería, Ochún, la orisha mulata, abriendo una brecha hacia otros aspectos de la cubanía y colocando en primer plano aspectos de la cultura popular hasta ese momento debatidos con mayor interés en el campo de la antropología y en la literatura. Con Virgen del Cobre, Enríquez es uno de los primeros artistas en percibir y mostrar esa zona de hibridación cultural y pre-anunciar una línea pictórica que alcanzaría, desde otras perspectivas, una mayor difusión en décadas posteriores. (R.V.D.)
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