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Carlos Enríquez
Su infancia transcurre en su pueblo natal, donde su padre ejerce como médico. Cursa estudios secundarios en La Habana. En 1920 es enviado a Filadelfia para realizar estudios de comercio y al término de estos, recibe clases irregulares de pintura en un curso de verano en Pennsylvania, donde conoce a Alice Neel, con quien se casa y viaja a Cuba en 1925. En La Habana se incorpora, con otros jóvenes artistas, a la incipiente lucha por el arte moderno en Cuba. Colabora en la Revista de Avance y tiene una participación destacada en la Exposición de Arte Nuevo. De 1927 a 1930 reside en Nueva York, aunque sigue colaborando activamente con la mencionada publicación. Después de un breve tránsito por La Habana –en donde expone dibujos escandalosos en el bufete de Emilio Roig de Leuchsenring –viaja a Europa, donde permanece hasta 1933. Hace breves visitas a Italia e Inglaterra; reside en Francia y España. Hace exposiciones personales en Oviedo (1930) y Madrid (1933). A principios de 1934 regresa a Cuba y prepara una exhibición de su obra europea en el Lyceum de La Habana, suspendida la noche misma de su inauguración y reabierta al público en el bufete de Roig. En 1935 publica “El criollismo y su interpretación plástica”, en que define su nueva orientación pictórica, que al año siguiente denomina “romancero guajiro”. Desde 1939 se instala, hasta su muerte, en una casa rústica, bautizada como El Hurón Azul, en los suburbios de la ciudad. Hace pinturas murales, entre las que se destaca La Invasión, 1937, en la escuela “José Miguel Gómez” de La Habana. Ilustra numerosos libros, entre ellos El terror en Cuba, Canto del Caribe de Alberto Riera, El son entero y Elegía a Jesús Menéndez de Nicolás Guillén. Escribe tres novelas: Tilín García, La vuelta de Chencho y La Feria de Guaicanama.