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Mariano Rodríguez, Unidad, 1938
Unidad es la respuesta a un momento de vida cuyo devenir poético se potencia en la voluble y perfecta diacronía filosófica del término, y su ubicación en un contexto temporal. Un cuadro de época, irreductible al talante historicista que encarna y que invita a desentrañar. El realismo en él es ilusorio; su simbolismo, más que didáctico, es evocador. Predominan las masas pictóricas que levitan y
se superponen sin integrarse en su corpulenta expresividad. Casa, camino, árbol, hombre, mujer. Pesan unos sobre otros, atenuados por fútiles sombras. Unidad y tensión son sus claves visuales. Tensión entre el árbol y la casa que sirven de escenario a la pareja central, y que se reproduce en los brazos abiertos con centro en la proximidad de los cuerpos. Hombre y mujer se unen tan solo en la complicidad de sus miradas, para expandirse y abarcar una totalidad que los trasciende. La escena gravita por su erotismo contenido, por la acción de una fuerza que es al unísono deseo y voluntad;
energía que se vuelve irradiación, alumbramiento y premonición. (D.M.M.)
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