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Sala Cambio de siglo

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Sala Cambio de siglo. Sala Menocal - Romañach

Sala Cambio de siglo

Ubicación: 
Nivel 3. Arte Cubano

Cambio de siglo es un término temporal –no artístico- que la museología cubana ha adoptado para designar un lapso en el que coexisten variadas tendencias artísticas. La sala se encuentra dividida en diferentes espacios, tanto personales como colectivos. Integran la selección grandes figuras de la generación histórica como Armando García Menocal y Leopoldo Romañach, maestros de larga trayectoria en la enseñanza de las artes plásticas en Cuba; pintores con la integridad de un Antonio Rodríguez Morey que estuvo al frente del Museo Nacional desde 1918 hasta su muerte en 1967; y otros que asumieron en no pocas ocasiones las cátedras y la dirección de la Academia de Bellas Artes San Alejandro, y participaron activamente en los proyectos culturales que se gestan en los primeros años de la República como la Exposición Nacional de la Quinta de los Molinos en 1911 o la Asociación de Pintores y Escultores fundada en 1916. Conforman también el horizonte del Cambio de Siglo, una pléyade de seguidores de los maestros que con una producción de disímiles estéticas e influencias, se muestran apegados aún a patrones académicos y rebasan temporalmente la aparición de la modernidad en nuestro arte; además de precursores y autores que evolucionan prontamente hacia tendencias de vanguardia. Dentro del espectro temático, alternan obras de un mismo asunto aunque realizadas en diferentes vertientes: paisajes de corte decimonónico, como los ejecutados por Eduardo Morales y Gonzalo Escalante, responden más a la tradición que a los creados por Antonio Rodríguez Morey, en los cuales se pone de manifiesto una concepción luminosa y colorista, y un determinado ambiente simbolista. Todos ellos se contraponen a los expuestos en un área especial dedicada a Domingo Ramos cuya destacada labor pictórica, eminentemente paisajística, lo llevó a ser conocido en la época como el pintor de los campos de Cuba. Otros temas de la pintura finisecular están presentes. La confronta, 1893, obra costumbrista de José Joaquín Tejada; No quiero ir al cielo, 1930, de Augusto García Menocal que ilustra el interés en la pintura de historia; entre otros. Obra de gran maestría Caravana de ciegos, 1919, de Manuel Vega que recibiera la atención de la crítica y el coleccionismo, es un ejemplo tardío del tenebrismo finisecular italiano y contrasta con otra obra de este autor realizada en ese mismo país y año: Campiña romana, que paradójicamente presenta un paisaje de concepción moderna con determinado ambiente simbolista. La naturaleza muerta –tema de gran auge en el siglo XX- se presenta con dos obras. Una corresponde al siglo XIX y es una composición con figuras en cuyo primer plano, su autora, Adriana Bellini, ofrece una magnífica variedad de legumbres y peces que sirven de motivo para dar nombre a la mujer mestiza que la prosigue: La cocinera cubana. La otra corresponde al siglo XX y es una excelente obra de Juan Gil García, quien se destacó notablemente en este tema, aunque también trabajó el paisaje. Dentro de la hibridez de tendencias que caracteriza el período, la simbolista aflora en las obras de varios autores, desde épocas tempranas hasta otras más tardías, y abarca diversos contenidos temáticos aunque prime la composición con figuras. Un tardo realismo está presente en realizaciones de temas históricos y en algunos retratos; mientras el impresionismo altamente influido por el luminismo catalán y valenciano, será una de las ganancias visuales que incorpora esta hornada de creadores a nuestro arte. Entre los espacios colectivos de la sala, se presenta el dedicado a obras de soporte papel donde se exhiben -por primera vez de forma permanente-, ilustraciones, diseños y caricaturas conjuntamente con grabados del siglo XX. El recorrido general del Cambio de Siglo, abarca creaciones del último cuarto del siglo XIX hasta cumplido el primer tercio del XX; y da finalmente lugar propio a un período que se diferencia de la Colonia y de las Vanguardias, pero que, al mismo tiempo, establece una línea que conecta a estos dos momentos dentro de la historia del arte cubano. La muestra cierra con una representativa selección de caricaturas personales, dibujos y aguadas de marcado sabor de crítica político-social, que no pocas veces raya en lo sarcástico, y algunas pinturas, todas debidas al talento de Rafael Blanco, considerado un precursor del arte moderno en Cuba. La escultura cubana se exhibe incluida dentro del clasicismo moderno. Algunos de sus creadores evolucionaron hacia formas más innovadoras, como Juan José Sicre al que se le considera el iniciador de la escultura vanguardista cubana. Casos similares ocurren con otros autores –pintores- agrupados al final en una pequeña área como son Víctor Manuel, Eduardo Abela, Amelia Peláez y Wifredo Lam, posteriormente figuras sobresalientes de nuestra vanguardia artística.

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