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Escuela novohispana (siglo XVII), La Virgen, junto a tres ángeles, impone la casulla a san Ildefonso
La escena del milagro y ayuda aparicionista de la Virgen a san Ildefonso se encuentra por primera vez en la Cantiga 2 de todos los Códices de las Cantigas de Santa María: el Toledano, el de los Músicos y, por último, el Rico, escrita por el rey Alfonso X el Sabio. Luego es difundida por Pedro de Ribadeneyra en Flos sanctorum o Libro de las vidas de los santos, en el tomo 1 del año 1599. El autor relató:
Queriendo entrar en la Santa Iglesia con la gente que le acompañaba, hallaron la Iglesia tan resplandeciente, y con una claridad tan celestial, y divina, que no pudiéndo sufrir los ojos flacos de los que iban con el Santo, volvieron atrás, y echaron a huir, y le dejaron solo. Más San Idelfonso, como tenía mejor vista, y los ojos del alma más claros, y despiertos, no se espantó, ni turbó, antes entró en la Iglesia, y se puso a hacer oraciones delante del altar, como solía; y alzando los ojos, vio a la Santísima Virgen, acompañada de coros de Ángeles y Vírgenes del cielo, sentada en la cátedra de donde él solía predicar al pueblo (…) La misma Virgen dio esfuerzo al Santo y le habló, y dijo estas palabras: Porque guardaste tu virginidad, y defendiste la mía con limpieza de corazón, y Fe fervorosa, y amor entrañable, yo te honraré hoy con un don del tesoro celestial, y de mi mano te adornaré de esta vestidura gloriosa, para que uses de ella en mis festividades. Y diciendo esto le echó una casulla que traía en las manos, y comenzó a desaparecer toda aquella visión celestial, quedando el templo lleno de suavidad, e inefable fragancia.2
San Ildefonso (608-669) fue doctor de la Iglesia y arzobispo y patrono de la ciudad de Toledo y el primer defensor de la virginidad de María, gracias a la publicación de su libro: De la perpetua virginidad de la Virgen María, que muestra su gran amor por la Virgen y le valió el título: "capellán y fiel notario" de María. Fue dedicado a quienes negaban la castidad mariana, por lo que gozó de especial predilección para la orden franciscana, tenaz defensora de este misterio frente a las tesis de los dominicos.
La obra, al incorporarse a los fondos del Museo, tenía como título San Ildefonso arzobispo de Toledo, se le sustituyó por el actual, La Virgen, junto a tres ángeles, impone la casulla a san Ildefonso, que es el adecuado para la escena que representa la pintura, un pasaje en la vida del santo, en el cual, según la tradición, se le apareció la Virgen María en un lugar que con los años sería catedral de Toledo, y le entregó una casulla, vestimenta sacerdotal que había sido tejida sin agujas por los ángeles. Este milagro se popularizó en toda España debido al fervor mariano existente por entonces y es, a su vez, el principal tema iconográfico con el que se representa a san Ildefonso.
El santo es representado, corpulento, alto, pero de facciones suaves. Viste un hábito blanco de Abad con una capa roja obispal sobrepuesta que se extiende desde el cuello hasta el piso. Ildefonso, de rodillas, toma con una mano el borde de la casulla3 obsequiada apoya la mano derecha en el corazón en gesto de gratitud y su mirada se dirige hacia la Virgen.
María es personificada de medio cuerpo, extiende sus brazos al Santo para imponer la simbólica prenda blanca, con bordes y franjas siena de formas onduladas. Viste túnica de tonalidades rojizas y siena y se cubre la cabeza con un manto blanco que cae sobre sus hombros. Sobre la cabellera negra de la Virgen se distingue un nimbo de doce estrellas, su mirada cargada de ternura es dedicada al santo.
Debajo de la Virgen, la figura de un ángel con alas blancas y traje siena claro, ayuda a María en la entrega de la casulla a Ildefonso. Sobre quien se encuentran otros dos ángeles vestidos de blanco, uno con un báculo obispal y el otro con una mitra, dispuestos a ofrecerlo, junto con la casulla, al santo.
El fondo superior de la composición es nebuloso y está cargado de múltiples rostros de pequeños querubines. En el suelo el pintor colocó una especie de base de altar en la que ubicó flores de varios colores: rosa, amarillo y blancas azuladas. La decoración de las obras con flores y el tipo de fondo es característica de los pintores novohispanos del siglo XVII. La luz incide por la parte izquierda, iluminando los semblantes de los personajes, logrando rostros claros y sonrosados distinguiéndolos de las zonas del cuadro oscuras y nebulosas, donde predominan los colores negros y siena que ofrecen un ambiente sombrío a la pieza.
La belleza de la composición hace que se distinga como unas de las pinturas barrocas más logradas del conjunto novohispano del Museo. A lo que se le suma la destreza con la que su autor narró el acontecimiento más importante en la vida de san Ildefonso, distinguiendo a la obra como una de las ricas de los temas hagiográficos de la Colección Latinoamericana.
2Pedro de Ribadeneyra, Libro de la vida de los santos, t.1, p. 217.
3Vestidura que se pone el sacerdote sobre las demás para celebrar la misa, consistente en una pieza alargada, con una abertura en el centro para pasar la cabeza
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