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Escuela novohispana (siglo XVII-XVIII), La Sagrada Familia con santa Ana y san Joaquín
La Sagrada Familia con santa Ana y san Joaquín. Es una recreación iconográfica autónoma. Todos los apócrifos de la Natividad que abordan el nacimiento y la infancia de la Virgen mencionan por última vez a los padres cuando dejaron a María en el templo, y el único que los da por fallecidos, antes de los doce años de la Niña, es El armenio de la infancia.
La representación de los padres de María es escasa en Latinoamérica; en la Sala, es esta la única pieza que los incluye. Lo mismo ocurre con la manera de representar a los protagonistas, posando sin realizar una actividad especial. Por el vestuario de la Virgen, con túnica roja y manto azul, la ejecución de la pieza puede corresponder a fines del siglo XVII o principio del XVIII, cuando aún no se hallaba difundido en América el tratado de la pintura de Francisco Pacheco o simplemente era ignorado. Pacheco establece como adecuada la representación de la Virgen con túnica blanca y manto azul, forma adoptada por la mayoría de los pintores en pleno siglo XVIII, tanto en Europa como en el Nuevo Mundo.
Desde el siglo XVIII, la Iglesia Católica asiente la idea de la Concepción Inmaculada de María, de manera que la figura de su madre, santa Ana adquirió relevancia, y su representación fue frecuente en Europa, acompañada por la Virgen o junto a su esposo, san Joaquín, y la Sagrada Familia como en esta obra.
La obra tiene un formato pequeño, octogonal. La composición es simétrica, las figuras posan en un primer plano con un fondo de paisaje. A excepción de la Virgen, todos miran al Niño, en una actitud de adoración y admiración conseguida mediante las miradas y el ademán de las manos; impregnando la escena de un aire intimista y de recogimiento.
Los colores de las vestiduras son el resultado de la combinación de ocre cálido, azul verdoso, amarillos y rojos, lo que le otorga gran belleza al divino conjunto familiar, reunidos en un ambiente campestre. El pintor logró una adecuada caracterización de los personajes. Las cinco santas figuras fueron reproducidas de cuerpo entero, sentadas de frente, excepto el Niño y Santa Ana ligeramente de lado. Jesús sostiene en una de sus manos un ramo de uvas que alude a la Eucaristía: sacramento según el cual el cuerpo, la sangre y el alma de Cristo están contenidos en el pan y el vino consagrados. El resto de las figuras fueron pintadas de manera tradicional.
La composición está dotada de ingenuidad y ternura, rasgo característico de la pintura latinoamericana. El marco de la obra, en nácar y carey, es rico en decoración y es el único en su tipo en la Sala del Museo.
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