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Leandro Soto Ortiz (Cienfuegos, 1956), Kiko constructor, 1984
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Leandro Soto comienza su carrera artística tras graduarse en 1976 de la Escuela Nacional de Arte y, a partir de esta fecha, su intensa actividad creadora le ha permitido realizar una exposición personal cada año. Soto pertenece a esa clase de artista versátil, dotado para la comunicación estética por muy diversas vías, y con grandes cualidades para gestar y promover iniciativas artísticas disímiles. Pintor, escultor, instalador, escenógrafo connotado y profesor, son algunos de los atributos que han rodeado su trabajo. Perteneció al ya mítico grupo de Volumen Uno, exposición en la que, por cierto, presentara obras de lenguaje novedoso en nuestro contexto: documentación fotográfica y objetos que él había utilizado en acciones plásticas realizadas con anterioridad; algo no visto hasta el momento.
La pieza Kiko constructor perteneció a la exposición de 1984, Retablo familiar, de la que el Museo ha adquirido otras dos obras, El bisabuelo mambí y La familia revolucionaria. Se trató de una muestra peculiar, de esas que reúnen éxitos de público y de crítica, y que exhibía once singulares retablos sin precedentes conocidos. Cada obra era un objeto a medio camino entre el altar católico y el afrocubano, entre la vidriera navideña y la sala familiar, entre el kitsch y el arte culto, entre el barroco y el pop. Soto nos traslada con ellas a un universo escenográfico de síntesis, lleno de calidez, de nostalgias familiares, de vivencia infantil, y de humor. Los temas están tomados de la historia cotidiana, de esos eventos de política diaria que conforman el ámbito doméstico y familiar del artista, mirado desde una óptica antiépica no frecuente por entonces. En el catálogo de esta exposición de 1984, el artista comenta la pieza que nos ocupa, Kiko constructor:
La proposición de este trabajo es establecer una analogía entre el oficio de constructor y el constructor de una realidad social que ha exigido una entrega cotidiana total. Para ello he utilizado la historia personal de mi tío Kiko, presentándola a través de los pequeños monumentos testimoniales que esta labor va dejando tras sí.
Kiko constructor es de esas obras que se independizan de su autor y adquieren autonomía; de esas que se convierten en imágenes entrañables para el público y alcanzan un poder simbólico privilegiado: el de evocar una época. (Corina Matamoros Tuma)
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