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Lázaro Saavedra González (La Habana, 1964), Detector de ideologías, 1989
Lamentándose en una de sus exposiciones personales del precario plegable que sustituía al catálogo, Lázaro Saavedra explica por qué es un artista conceptual. Dice un personaje atormentado, dibujado al centro de la simple hojita de papel:
¡Háganse la idea de que las letras son doradas! ¡Háganse la idea de que la portada es cromada!... ¡Háganse la idea, háganse la idea! ¡Siempre tengo que hacerme la idea, coño, por eso me gusta tanto el conceptualismo! (1)
Como puede apreciarse, Saavedra posee una fórmula artística poco común, porque trabaja desde un conceptualismo de base que se manifiesta mediante el humor. Lo primero que provocan la mayoría de sus obras es la risa. Y luego, a través de ellas, se constata que el artista lo ha programado todo para que se llegue a un espacio clave donde espera el juicio ético, la reflexión social, el análisis de los problemas humanos. Asombra observar ese método creador que comienza siempre en el humor y culmina inexorablemente en la deconstrucción de fenómenos complejos de la sociedad. El de Saavedra es un humorismo de corte vernáculo, de gracia y sabiduría popular, muy vinculado a esa reputada institución nacional que es el chiste de la calle. Este es el camuflaje perfecto para sus reflexiones, la fórmula mágica a la que nadie se resiste, y que el artista aprovecha para introducir al espectador en el reino del razonamiento agudo y del comentario eficaz.
Lázaro es graduado del Instituto Superior de Arte en 1988, pero su obra se da a conocer en 1986 aproximadamente, como integrante del Grupo Puré. Participa con ellos en varias muestras, en un momento en que se producen cambios de poéticas dentro del pujante movimiento artístico de los años 80. Junto a creadores como Glexis Novoa, Alejandro Aguilera, Adriano Buergo, Ana Albertina Delgado, Carlos Rodríguez Cárdenas, José Toirac, Tomás Esson y otros muchos, la plástica en Cuba deriva hacia un arte irreverente, de mucha tensión ética, cuestionador por excelencia de problemas sociales, con gran arraigo en lo vernáculo, y convencido de su poder para transformar desde el arte la sociedad. Es un momento de gran fuerza que logró conmover la vida cultural de la Isla. Y es precisamente en este contexto en que se produce la obra de Saavedra.
Detector de ideologías es una obra ya antológica. El artista ha construido un pequeño y descuidado objeto de cartón, con marca nacional Caribe, que está a medio camino entre el amperímetro y el medidor de tensión arterial, para sacar a flote las afecciones de nuestro socialismo, las maneras esquemáticas de ciertas posturas políticas y las incomprensiones que pueden suscitarse al enjuiciar a los hombres. Es una burla desprejuiciada acerca de algo con lo que el espectador cubano ha estado relacionado alguna vez, sobre todo el de mediana edad, cuando hace unos años fueran muy comunes frases como problemático o diversionista, para juzgar a la gente. Lázaro deconstruye ese mal social que es la burocracia de la política, con ayuda de un aparato absurdo e imposible funcionalmente, que hace reír, pero que también recuerda errores reales. Una alerta social realizada desde adentro, con la que se implica emocionalmente, como parte de la sociedad en que vive. Como bien lo caracteriza Gerardo Mosquera, Lázaro Saavedra es el gran cronista plástico de la vida en Cuba y su filósofo popular. (2) (Corina Matamoros Tuma)
1.- Plegable de la exposición de Lázaro Saavedra La imagen del pensamiento, el pensamiento de la imagen; Galería Habana, septiembre 1993
2.- Gerardo Mosquera, Op. cit.
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